Ya no podemos

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Armando estaba en shock, no tenía idea de que ella supiera del embarazo de Marcela, bueno en realidad pensó que sólo ellos dos lo sabían y luego se lo dijeron a la familia. Durante la pequeña reunión que habían tenido los Valencia y los Mendoza, sus ojos preocupados recorrieron cada milímetro del showroom para ver si no había alguna de las mujeres del cuartel de las feas para transmitir la noticia a Betty.

—¿Cómo... cómo lo sabes? —Preguntó un poco nervioso.

—Las noticias viajan rápido. —Dijo escuetamente.

— ¿Y desde cuándo lo sabes? —Interrogó una vez más, sin saber qué hacer.

—Hoy me he enterado. —Habló mientras tomaba un sorbo de su jugo de mora, ella también se sentía nerviosa e insegura de cómo hacer lo que pretendía.

—Betty, no sé qué decirte, yo... —Intentó formular algo, seguir su plan que formuló con Calderón, pero Betty le interrumpió.

—No tienes que decirme nada, es tu prometida, ¿no? Y yo... no soy nada. —Dijo con un aparente pesar.

—No digas eso, Betty. Marcela puede ser mi prometida, pero tú eres la mujer que amo. —Mintió, como solía hacer con todas las mujeres con las que había estado, pero especialmente con ella.

—Lo sé, doctor. Y sabes que yo siento lo mismo, pero ya no podemos. —Habló con la voz un poco temblorosa, tratando de armarse de valor. —Va a tener un hijo y no quiero interferir en ello. Yo creo que lo mejor es que terminemos con este amor, don Armando. Esto no es cierto.

—¿Qué? —Preguntó, cambiando el tono de voz, como si no hubiera estado escuchando. No podía imaginar que Beatriz llegara a actitudes tan extremas.

—Doctor, yo no puedo más con eso. Yo me siento muy mal. —Abrió su corazón.

—No, no, no. Calmémonos, piénsalo bien. —Dijo Armando con paciencia, pasando su mano por la de ella.

—Ya pensé, no puedo destruir una relación de esta manera, una familia.

—¿Usted destruye que? ¿Acaso le parece muy armónico lo que tengo con Marcela? Armónico es lo nuestro. —Dije usando todos los argumentos que tenía.

—Lo que pasa es que ella lo ama, doctor, y así parece. Y yo la comprendo. —Le dijo Betty recordando la conversación que había tenido antes con Marcela. —Yo intenté, pero no sirvo para esto, yo no puedo ser la otra, la amante.

—Pero Betty... —Intentó rebatir, hacerla cambiar de opinión, pero una vez más ella le cortó.

—No hay más, doctor. Lo siento. —Puso fin a ello con gran pesar, levantándose ya para marcharse.

—Espera, yo la llevaré, Betty. —Se ofreció, solícito al verla caminar sola por la calle tan tarde.

—Mejor que no. Gracias, doctor, nos vemos mañana. —Dijo con seriedad, tratando de parecer firme en su decisión.

Betty salió del restaurante con el corazón roto, lo amaba, lo amaba de verdad y quizás para siempre. Pero tuvo que dejarlo, no estaba bien lo que hacían los dos. Ahora volvería a su posición de cuidar a Armando y ayudarle desde lejos, como antes, siendo sólo su asistente.

A Armando no le pareció tan malo, le dio pena. Le gustaba, la veía como una persona esencial que le ayudaba mucho, pero no sentía nada por ella. Para el Mendoza quizás era mejor, sabía que algunas cosas tenían que cambiar ahora y sabía que tenía que terminar su romance con Betty, así que ver que no tenía que herirla o molestarse con ella, que ella misma quería terminar con todo, le quitó un peso de encima.

Un cambio inesperadoWhere stories live. Discover now