treinta y nueve

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竈 かまど, 栗花落 カナヲ
estragos: capítulo treinta y nueve
«ella o lo que queda de ella; yo y lo que queda de mí»


diecinueve de agosto


—¿No quieres un poco de té? Está delicioso.

Kanao limpia sus labios con una servilleta de tela y luego niega levemente. Alza la mirada hacia Douma, quien se sienta en la cabeza de la mesa y no le mira mientras degusta un té negro con sabor a durazno traído especialmente de Taiyou una semana atrás; traído, supuestamente, especialmente por ella para tratar de enmendar su yerro, su precipitada decisión de volver hacia el país por un presunto atisbo de Hana.

Como está consciente, en realidad había ido por Tanjirou. Recibió su carta justo el tres de agosto, así que solicitó la presencia de Genya quien asimismo se presentó frente a Douma e inventó una excusa creíble para llevársela a la capital ajena. Douma-san, uno de mis muchachos captó a una joven con las características de Hana hurgando comida en la basura, ¡en la basura, como si fuera una muerta de hambre! ¿podría dejar irnos hacia la capital para poder verificar si es ella? ¡es inaceptable que una hija suya merodee de esa manera cuando antes lo tuvo todo a sus pies! Douma estuvo apunto de negarles el permiso, por lo que Kanao frunció los labios como quien avisa que va a llorar pronto y le pidió a Genya que los dejase a solas. Te dije que sin mis hijos me iba a suicidar, ya perdí a Nokao, pero no puedo perder a Hana; déjame ir o de lo contrario... no, lo siento... ¿podrías dejarme ir? Prometo que será la última vez por este mes, por favor, por favor...

Al final, como se es sabido, Douma la dejó ir con Susamaru pisándole los talones. Genya jugaba a ser el detective de su hija, por lo que torcía y reconstruía papeles a su gusto y por un precio exorbitante. Ni tú ni yo perdemos, Kanao, así que calladita te vas a quedar. Además, soy tu única comunicación con Los Cómodos y Tsuki, si me pierdes habrás perdido entera comunicación con Hananai, como solía decirle a Hana meramente para molestarla. Pero se está desviando mucho: fue hacia Taiyou y le esperó por una semana y media porque luego tuvo que devolverse a fuerzas. Estuvo en todos los lugares que habitaron antes e incluso pudo llegar al antiguo hospital en el que ejerció antes de ir hacia el nosocomio donde estuvo Tanjirou; sin embargo, no le halló, ni siquiera encontró una cabellera roja entre el tumulto ni en sus recuerdos que empezaban a oxidarse con el paso del tiempo.

—Preferiría tomarlo en el estudio. —Kanao deposita la servilleta al costado de su plato, llama con el índice a una sirvienta cualquiera y espera órdenes de la única persona que puede darlas—: ¿Puedo retirarme?

Douma le da un sorbo silencioso al té y asiente. Pediré que nadie te interrumpa, cariño, estudia tranquila. Kanao le fuerza una sonrisa y deja el comedor, aunque antes de eso le asegura, contra su voluntad, que esta vez sí dormirá en su lecho matrimonial, junto a él, compartiendo de esas pesadillas que le hacen retumbar el cerebro ¡pic, pac! ¡nunca llega a acabar porque siempre el fin de algo es el inicio de otra cosa! ¿lo sabías, Kanao? ¡la vida está llena de sorpresas desagradables!

Con el tiempo ha aprendido a controlar su asco. Siempre tuvo el rostro imperturbable, pero ha ido mejorando su lenguaje corporal. Además, había sido un gran avance el hecho de que la dejase trabajar en el estudio que lleva desde hace años, el cual consistía en fabricar un veneno camuflado a base de glicina. Tamayo le había legado ese estudio con mucho esfuerzo, por lo que lamentaba demasiado estar desplazándolo con cada situación atemorizante, con cada pensamiento desatinado o con cada motivo mínimo. Le gustaba, por supuesto, ese había sido su penitencia luego de haber matado a Hanako por una negligencia, pero a veces sucedía que ni ella misma se entendía por completo y quería solo cerrar los libros y decir simplemente que era imposible hacer algo así, que le cansaba averiguar algo de esa índole con tantas preocupaciones en la cabeza.

ESTRAGOS | TANJIKANAWhere stories live. Discover now