treinta y siete

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N/A: Recalcarles que en el cap pasado kanao y tanji se vieron a la distancia, estaban en embarcaciones distintas. Ojito ahí.

Una disculpa por no andar actualizando. Las neuronas ya no hilan como antes porque ya andamos en la recta final, le calculo unos diez caps más y se cierra, aunque puede ser menos. le estoy dando una releida a pesar del cringe para poder hacer el especial que siempre le hago a mis fanfics, asi que ojitooo porque se vienen las curiosidades y todo eso. chaosito ♥


かまど, 栗花落 カナヲ
estragos: capítulo treinta y siete
«la herida reabierta»


diecinueve de julio


Tanjurou había muerto. Se había suicidado, en realidad. Tanjurou se quitó la vida un cinco de julio del presente año mordiendo su lengua. Lo encontraron al siguiente día en un pequeño charco carmesí, húmedo en algunas partes y totalmente seco en otras. Kie fue la primera en verlo y, solo cuando estuvo presentable o lo que quepa en la palabra, lo vieron sus demás hijos a excepción de Tanjirou, quien lo supo ocho días después y cuando su cuerpo ya había sido velado.

Su familia buscó una razón, seguía buscándola con ahínco; sin embargo, mientras más rebuscaban, más se confundían. Fue de golpe: cenaron una noche y a la siguiente estaban llorando por él. Los motivos no aparecían, no llegaban. Pasaron tres días y decidieron limpiar su habitación, pues desde hacía años Tanjurou no dormía con su esposa en el mismo espacio porque temía contagiarle algo. La cama estaba llena de polvo, como si no hubiera sido usada en varios meses; las paredes estaban rasguñadas, como si una bestia hubiera sido encerrada ahí contra su voluntad; los pasos mecánicos estaban marcados en el piso, como si hubiese estado tomando la misma ruta desde hacia años.

Nezuko limpió porque Kie era incapaz de hacerlo sin largarse a llorar: abrió las ventanas, sacudió el polvo asentado, movió los muebles para más acceso, tendió su ropa y la guardó en cajones distintos, ordenó libros de segunda mano y luego, cuando todo su trabajo ya estaba hecho, decidió ser masoquista y tomar su abrigo favorito, ese que usaba todos los días, y le dio un respiro profundo. El abrigo crujió. Nezuko arqueó una de sus cejas y volvió a arrugar la tela entre sus dedos, aumentando su confusión cuando un sonido inusual retumbó en esas paredes llenas de tristeza. Era una carta. Era la letra de su padre. Sintió alivio al instante porque de seguro eran razones, esas que necesitaban para poder entender por qué tal decisión y después empezar a procesarlo para cerrarlo. Acarició el sobre envejecido con el tiempo y luego asió una mezcolanza de tristeza y rabia y dolor cuando el destinatario de la carta no era nadie más y nadie menos que Kanao Tsuyuri.

Contrario a lo que muchos habrían hecho, Nezuko se guardó la carta entre la ropa y salió. Fingió una sonrisilla a su madre y se disculpó diciendo que había olvidado cocinar en casa y que tendrían que comer juntas otro día. Sus hermanos más pequeños seguían en clase y los no tan pequeños estaban haciendo de las suyas por ahí, lidiando el dolor a su manera. Kie solo la abrazó y no dijo nada cuando un crujido sonó en su espalda. Había vivido más tiempo que su hija, sabía más que ella; a veces es mejor mirar a otro lado y seguir. Hay que seguir avanzando.

—Así que el abuelo está muerto... —dice Hana en un susurro, uno que Tanjirou puede escuchar a la perfección por su cercanía—. Mi más sentido pésame, Tanjirou.

Tanjirou gira un poco la cabeza hacia ella, pero no responde. Están en la misma cama, compartiendo un momento de padre e hija, o por lo menos intentándolo. Es de noche y las estrellas salpican de aquí hacia allá en todo su horizonte, aunque ven solo un pedazo por la ventana abierta. Se había enterado de la noticia unos días atrás y quiso decírselo de inmediato, mas esperó un poco para calmar su corazón y su voz, para amaestrarse y ocultar la quebradura.

ESTRAGOS | TANJIKANAWhere stories live. Discover now