veinticinco

92 14 34
                                    

かまど, 栗花落 カナヲ
estragos: capítulo veinticinco
«dos veces»


diez de febrero


Kanao mira el reloj de su muñeca: son las once menos tres. Cuando llega al nosocomio del sur este tiene un inusual silencio. Siempre había sido de mutismos prolongados, pero este como que tenía un toquecito de nostalgia entre las paredes, arraigadas en el suelo sucio de los pasadizos y justo en el lugar donde el olor a lavanda artificial debía estar. No tuvo minutos suficientes como para detenerse a pensar en eso y solo lo ignoró para que cuando tuviese la pensadora, porque sabría que esta vendría tarde o temprano, pudiese cavilar en esos detalles mínimos que en realidad jamás lo fueron tanto.

Antes de partir, Inosuke le dio un caballo que inicialmente era para Aoi y Ann. Reacia al principio, Kanao preguntó si no lo necesitaría para llevar a Aoi hacia el hospital. Inosuke se quedó en un silencio sepulcral que el crepitar del fuego solo aumentaba. Cambió de tema y las despachó a ambas justo cuando la segunda ola de balas volvía a empezar más ávidas que antes. Hablaremos más tarde de eso, Kanao, por el momento solo váyanse. Y así lo hizo.

No olvida que fue él mismo que le hizo entrar en razón con un método no del todo correcto, mas sí acepta que fue necesario porque de lo contrario aún seguiría preguntando cosas irrelevantes mientras que las balas continuarían impactando en el espacio queriendo darles a personas con nombres y apellidos tan importantes como lo es el agua en la sequía. ¡Kanao, debes escucharme!, le gritaba sin zarandearla porque sostenía a Ann. ¿Has sabido algo de Zenitsu? No me llamó hoy. Y así pasaba de pregunta a pregunta yéndose a las ramas porque el tronco le atemorizaba. Un chispazo de seriedad le hizo temblar el cuerpo, pero como vino se fue y volvió al estado inicial. ¿Cuándo crees que mis hermanas vuelvan a por mí? Quiero volver a pasar navidad con ellas. No les digas que te dije eso.

—Escúchame, necesito volver por mi esposa. No puedo irme sin Aoi —le confesó Inosuke entre lágrimas rebeldes que escapaban de sí, de su corazón fuerte que en ese momento fue tan endeble como las hojas otoñales—. No voy a arriesgar a Ann por algo que fue mi culpa. ¡Por favor, llévate a mi hija antes de que me la maten!

Kanao le dio una larga mirada. Tenía la cabeza echa un lío. Tal vez eso quiso decir que debía poner, por primera vez, el corazón por delante. Sonaba irrisorio. Acomodó a Ann en un brazo y contra su pecho, estiró la mano hacia Inosuke y este ni lento ni perezoso se la pasó. Llevó la mano varonil hacia su mejilla izquierda y el contacto le enervó de una manera distinta. Inosuke tardó en comprender, pero cuando lo hizo le preguntó alarmado si en realidad quería que lo hiciera; sin embargo, él mismo se respondió a sus adentros cuando notó los ojos opacos de quien es su amiga de varios años. Por el momento necesito un golpe de realidad, así que haz que me duela tanto que lamente el haber existido.

Así es como había logrado llegar al hospital. Kanao bajó del caballo con Ann entre brazos y se sintió muchísimo más relajada cuando el mismo portero de siempre le ordenó entrar sola. Eso fue como a las diez y cincuenta, apenas unos siete minutos atrás. Los caballos no están permitidos a menos que sean de alguien importante, déjelo afuera o usted quédese afuera. Ella ignoró su malcriadez y se adentró con Ann, quien hasta el momento duerme plácida a pesar de que han venido entre movimientos bruscos a falta de su costumbre de montar a caballo.

En ese preciso instante Kanao solo busca su habitación en el hospital. No importa lo demás, quiere seguir avanzando hacia su cuarto para buscar una bolsa de tela y poner la moneda de Tanjirou en un lugar más seguro que su puño sudoroso. Varios ojos van hacia ella y escudriñan la sangre seca de su cuello, pero no se atreven a preguntan por qué tal vulgaridad. Como te lo dijo Inosuke, Kanao, el honor siempre será honor y el tuyo ahora está por lo suelos, es más, bajará hasta el centro de la tierra cuando se enteren de que a partir de ahora no tienes ni tutor ni un apellido más sólido que te respalde; ahora eres como las otras doctoras y enfermeras: eres tan solo una más que no destaca en lo absoluto y así es como te vas a morir. Pero qué pensamiento tan nocivo, ¿no es así? ¿por qué no lo alejas? ¿será porque te gusta pensar así? ¿será porque siempre has pensado de esa manera y recién ahora por el calor o por el frío del momento te atreves a ponerle palabras a esos sentimientos tan dañinos? Aléjalos o te matarán, y si decides tenerlos contigo lo mejor sería que los entierres para que no molesten.

El bulto entre sus brazos se mueve. Baja la mirada hacia Ann cuando ella apenas empieza a llorar. ¿Qué tienes? ¿Hambre, frío o tristeza? No me mires de esa manera porque no sé qué tienes. ¡Por el amor de Dios, Ann, yo maté a una niña por imprudente! ¡¿Cómo podría ayudarte con tal reputación?! Cállate, por favor, por este momento necesito que te calles o de lo contrario alguien vendrá y nos hará preguntas que yo...

—Pero ¿qué estás haciendo aquí, niña?

Yushiro le habla a las espaldas. Kanao voltea y le mira por sobre el hombro. Deforma su rostro como si fuera a llorar, pero de sus ojos secos no brotan nada. Yushiro se acerca con una expresión alarmada al ver el cuello ensangrentado de quien crio como a una hija y mientras avanza hacia ella pide una silla de ruedas a una enfermera cualquiera. Kanao solo puede pensar que no la necesita porque en realidad puede caminar. Hay que seguir andando, ¿no es así? La enfermera que le trae la silla le pide que le dé a Ann, pero ella se niega. Inosuke me pidió que la cuide y eso haré hasta el final.

—¿Kanao...? —pregunta Sabito a la distancia, justo cuando va saliendo de la sección de farmacia con unas cuantas agujas para reponer—. ¡Kanao, ¿qué te ocurrió?! ¡¿No estabas en una boda?!

Estaba en una boda. Sí, eso es cierto. Estuve ahí, la hija del presidente se casó con un idiota, luego bailamos un poco, luego quise ir al tocador y luego encontré a Reiko muerta. Douma dijo que ella se suicidó, pero si es hija de Muzan algo debió haber heredado de él; debió haber sabido que era mucho más fácil y efectivo matar a su marido para luego manipular lo que sea que pudiese falsificar. No creo que se haya suicidado, fue homicidio, pero ¿por qué? Douma y Muzan eran amigos, ¿no? Luego empezaron a dispararnos desde afuera. Kagaya murió. No, mataron a Kagaya. Aoi está mal. ¿Será que vuelven? Y todo lo que pensó no lo dijo. Murió adentro para su infortunio.

Sabito es el único que toma su silencio. Ordena a Yushiro que se calle, porque hasta ese momento exigía explicaciones con mucha alteración, y que vaya hacia Akaza para poder solicitar una llamada telefónica y asimismo ordena que la enfermera se vaya a contar los días que no llueve. Ambos, los dos hijos adoptivos de Kagaya junto a la hija de Aoi, la otra hija de Kagaya, se quedan juntos en la pequeña recepción secundaria del nosocomio. La luz de la luna entra por una gran ventana. Qué hermosa está la luna hoy, ¿no es así, Tanjirou? Ojalá pudiésemos verla juntos.

—Solo quiero que me digas si... —Sabito se interrumpe a sí mismo y rebusca palabras adecuadas—. ¿Necesitas que te haga un examen? Quizá a la bebé...

Kanao cierra los ojos un momento. El recuerdo es tan vívido que no necesita pensar mucho en eso. ¿Quieres que te diga lo que pasó allá? Entonces escucha muy bien porque no lo voy a repetir nunca más en mi vida. Y así es como Kanao le dice todo lo ocurrido entre una seriedad inusitada, entre una frialdad distinta que golpea a sus ojos amatistas.

—Eso fue lo que ocurrió —concluye Kanao.

—¿Sabes si alguien más te vio con el cuello ensangrentado? ¿Sabes qué... sabes qué es lo que significa...?

—Ni siquiera sé si quienes me vieron siguen con vida. —Kanao mece a Ann que sigue llorando, aunque ninguno de los dos puede hacerle verdadero caso por ahora—. Da el aviso de una vez o de lo contrario pueden venir a atacarnos. Estamos en su radar.

—¿Por qué a nosotros?

—¿Por qué no a nosotros?

Y justo en ese momento, justo a las once con once es donde aparece la primera bala de los francotiradores. El vidrio de la ventana se hace añicos mientras que a su manera opaca la luz lunar. El cuerpo muerto de Sabito yace frente a ella. ¿Estás lista para la segunda ronda, Kanao? ¡Todas las buenas obras tienen segundos actos! 

ESTRAGOS | TANJIKANAWhere stories live. Discover now