tres

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竈 かまど, 栗花落 カナヲ
estragos: capítulo tres
«la realidad insondable
del pabellón tres»


once de noviembre


Según su contrato, los martes puede darse el gusto de tomar un descanso y alejarse del hospital si es que así lo solicita por escrito dos días antes. El único que puede negar o autorizar su petición es el director general, y en realidad él ni siquiera piensa en rechazárselo bajo ninguna oportunidad porque Kanao representa esa ramita en la sociedad que no puede lastimar por la única razón de que es la protegida de alguien importante. Pero sí, en síntesis, si quiere salir un martes cualquiera, entonces puede tomar prestado a un guardia de seguridad para que la acompañe y la proteja, pues al ser esa molesta ramita, su jefe no se atrevería a perderla así como así.

Hoy es martes. Podría salir, pero no quiere hacerlo. El día que murió Tamayo también era martes. Recuerda muy bien los acontecimientos trágicos, es como si en ese momento sacase de su manga un cronómetro y un calendario para grabar a la perfección la hora y la fecha. Siempre las ha considerado importantes, sea cual sea la situación. Sabe que fue martes porque ese día fue a visitar a su tan querido Oyakata-sama, y siempre recordará que fue un martes el que se fue porque Tanjirou no deja de repetírselo en cada oportunidad que tiene. Es increíble lo afectado que está por una mujer que conoció tan poco, lo que le hace pensar que en realidad no somos tiempo, sino más bien química. Además, tampoco ha podido olvidar que fue un martes el día, o, mejor dicho, la noche, que dos versiones distintas acerca de la muerte de Tamayo emergieron de pronto: Tanjirou y otros pacientes decían que ella había muerto porque salió a altas horas de la noche y un exmilitar del bando contrario la fusiló en venganza; pero su tutor le dijo que había fallecido por un súbito ataque al corazón.

A quién tenía que creerle. No importa, eso lo averiguaría en ese preciso instante. Kanao lleva una mano hacia su falda y la alisa. El frío se siente muchísimo más en ese pabellón que en otros. No solicitaste salir ese día porque querías hablar con Akaza, el director del hospital, pues ahí estás, esperando detrás de la puerta a que te dé una explicación coherente. Espera y verás.

Mientras aguarda, recuerda que Akaza en realidad no se llama Akaza. Poco sabe de su historia, porque es poco también lo que los demás saben de él. La primera vez que lo vio tenía apenas ocho años y recién empezaba a convivir con su tutor luego de haberse perdido en un país extranjero. Algunos dicen que el tan famoso Akaza se había vuelto loco después de perder a su esposa, y otros simplemente dicen que siempre estuvo demente.

La autorización de pase se presenta de repente, mas no es la voz de Akaza. La duda se arraiga a sus piernas débiles. Conoces esa voz, niña, no te hagas la desentendida. El otro lado insiste, y al no oír respuesta, pronto la persona se planta frente a ella y le dice con toda normalidad que puede asir de entre su evidente emoción: hola, Kanao, niña mía, supongo que no te habrás olvidado de mí, porque yo siempre vuelvo.

—Buenos días, Douma-san, ¿sabe dónde está Akaza-san?

—Se fue al hospital del norte, mi niña, ¿por qué? ¿acaso se te ofrece algo?

Kanao sonríe en rictus. Carajo, cómo es que de pronto se va hacia el otro lado del país y me deja con este acosador. Decirlo habría cavado su propia tumba, por lo que se traga su mala suerte y busca una excusa creíble que a su vez trate de hallar su escape.

Había tenido varios roces incómodos con la persona que tiene al frente, el más fuerte fue hace dos años, cuando apenas tenía diecinueve: él había tratado de besarla y en el camino recorrió su cuerpo con ambas manos. Lo irónico de esa situación fue que la misma sustancia que la había vuelto vulnerable le había salvado, pues la misma Tamayo fue a la cocina, lugar donde ambos se encontraban, por un poco de alcohol. A Kanao no le había costado ni dos segundos decirle a la mujer algo como «se acabó, pero puedo llevarla adonde hay más».

ESTRAGOS | TANJIKANAWhere stories live. Discover now