diecinueve

157 17 49
                                    

かまど, 栗花落 カナヲ
estragos: capítulo diecinueve
«¿un vistazo a lo que es o no es?»


diez de febrero


—¡¿Cómo dijiste?! ¡¿Te acostaste con Tanjirou?!

—¡Gracias por gritarlo, Makomo, ahora todos los fantasmas de esta casa lo saben!

Makomo chasquea la lengua y toma un suspiro profundo, intentando aprehender nuevamente las ganas de seguir peinando el largo cabello de Kanao. El matrimonio de la hija del presidente empezaría en dos horas, y Aoi la había mandado a llamar hacia su residencia con la única misión de prepararse juntas para el evento, porque como es evidente, Inosuke y su familia también estaban invitados con mucha más anticipación. Más temprano que tarde, ella se presentó a su hogar con una maleta y con la cara de nabo, pues en realidad prefería mil veces no ir que tener que lidiar con personas que no quería ver ni en pintura.

Tanto como Aoi como Makomo supieron al instante que algo le había pasado a Kanao. Llegó a su casa con cara de muerta y con los ojos hinchados y rojizos. Aoi le quiso preguntar qué le aturdía, pero el mismo Muzan la mandó a llamar por ser la persona que le diseñó el vestido a su hija, así que tuvo que irse al mediodía. Makomo, al principio, no supo cómo acercarse. Toda su vida la había pasado junto a hombres herméticos, así que los sentimientos no eran lo suyo. Al principio la molestó un poco, luego le aventó un pan duro y al final le preguntó qué le pasaba. Kanao, casi sin proponérselo, le confesó que había visto a Tanjirou y que luego discutieron por un asunto equis; no obstante, Makomo se concentró en lo primero. Y así fue como comenzó.

—¡¿Cómo pudiste acostarte con Tanjirou?!

—¿Te gusta Tanjirou? —cuestiona Kanao, a lo que Makomo hace una cara de asco—. ¡Y deja de gritar!

—Me refiero a cómo lo hicieron porque... bueno, ya sabes. —Makomo busca las palabras adecuadas, mas no las halla—. Es que, quiero decir... bueno, su brazo muerto...

Kanao roda los ojos y le pide que siga peinándola. Un poco de ingenio nos bastó, Makomo, tampoco es como si un brazo menos fuera el fin del mundo. Y Makomo le dice que lo es porque ella jamás podría acostarse con alguien así. Kanao rebate diciéndole que ha visto peores cosas y la invita a ir al hospital si algún día llega a tener la valentía suficiente. Makomo niega al instante alegando que la sangre siempre fue su debilidad y que prefiere ayudar de otra manera. Por eso está aliada a Los Cómodos.

—Al menos fue bueno, ¿no? —Makomo saca unos broches de oro de entre sus bolsillos y los coloca entre sus cabellos despeinados—. Mira qué bonito te queda... ¡pero contesta lo otro que quiero saber!

—Maquíllame estas ojeras —le ordena sutilmente Kanao, mientras que sigue viendo su reflejo en el tocador de Aoi—. Dormí como dos horas, creo. Ahí tienes tu respuesta.

—Pero ¿cómo? tipo, ¿se despertaban durante a ratos y él te la metía...

—¡No lo digas de ese modo!

—¡Pero así funciona el sexo, Kanao, ¿qué quieres que diga?!

Frunce los labios en un intento de suprimir su sonrisa, aunque igual esta aflora por el recuerdo vívido. Makomo le ve a través del espejo y ahoga un chillido, arrugando la nariz, divertida. Vamos, Kanao, cuéntame los detalles sucios, hace mucho no tengo relaciones. Déjame en paz, Makomo, y haz tu trabajo o haz tu vida, no sé. ¡Eso hago, pero cuéntame el chisme! No, y no molestes más. Makomo la maldice entre dientes y termina de alistarla tal y como ella le había pedido.

ESTRAGOS | TANJIKANAWhere stories live. Discover now