treinta y cinco

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かまど, 栗花落 カナヲ
estragos: capítulo treinta y cinco
«la dama, el jabalí y el caballero de la cicatriz»


siete de junio


Hay un punto ciego. Pequeño, apenas dos metros cuadrados en un espacio de ciento veinte. No le llega la completa luz de la cafetería ni la del baño: está a oscuras, considerando toda la lumbre del resto. A veces la droga se pasa de mano en mano por ahí y otras veces solo es una parejita que no le alcanza para un motel barato. La cuestión es que es un punto preciso, porque puedes ver pero no ser visto. Ideal para torcer un poquito la ley, es más, para olvidar que existe una.

Y ahora ahí hay una dama. Ya no es joven, sino una dama hecha y derecha. Sus prendas se notan caras, sus gestos gráciles y su expresión cálida a pesar de que le falte un ojo. Viste de negro por esa oportunidad, así que se camufla con la oscuridad del espacio. Parece esperar a alguien. No, espera a alguien. Sí, espera a dos personas desde hace veinte minutos, pero nadie aparece. Le echa un vistazo a su reloj de mano: tres minutos para la medianoche y nadie parece llegar. A la una se rompe el hechizo de libertad y debe volver al castillo. Suspira profundo, saca una carta maltratada por tocarla demasiado y mira el nombre del destinatario: Hanako Kanzaki, otra vez.

—¿No te responde ninguna carta?

El hombre toca sus hombros apenas un segundo y luego se sienta frente a ella. Viste también de negro y una gabardina le protege del frío. Tiene el cabello corto y las ojeras profundas. Con un gesto ordena un café y le ofrece algo a la dama, pero esta niega. Está harta del café.

—Ni una sola.

Kanao se deja caer contra el respaldo de su asiento, toma un paño húmedo traído por el mesero minutos antes y la deja reposando en su ojo sano, mientras que deja al aire el otro con la cuenca vacía, con la ausencia de su ojo derecho. El hombre no dice nada y también espera al tercer integrante de ese inusual grupo.

Las cosas habían sucedido así: en realidad Muzan no amaba y ni siquiera amó en algún momento a su hija. Reiko, la joven que encontró muerta en el tocador, no era su hija de sangre; era meramente la hija de su esposa fallecida. Es por eso que en realidad no le costó mucho aliarse con Los Cómodos, quienes le ofreció el papel de víctima a cambio de dejar que algunos de sus habitantes con renombre pasaran hacia su lado. Un veinte de diciembre, Los Cómodos y Taiyou acordaron oralmente que el primero le atacaría y que en medio de esa cortina de humo se llevarían a las personas que creían importantes para estructurar una sociedad utópica.

Era un ganar-ganar para todos ellos. Muzan se deshacía de su hija y a la vez tomaba el papel de víctima para Taiyou, mientras que Tsuki tomaba el papel de traidor y Los Cómodos de héroes. Sin embargo, hubo algo que no hablaron bien: Los Cómodos eran doble cara y así como hicieron un trato con Taiyou lo hicieron Tsuki, pues en realidad ellos no querían gastar recursos que no tenían para un espectáculo superfluo. No fue hasta que el perro mordió la mano que le dio de comer que las cosas empezaron a irse en picada. Los Cómodos no reconocieron su contrato tácito y lo rompieron de una, justo la mañana del diez de febrero, La Noche Roja. Cualquiera hubiera pensado que sin Los Cómodos no podrían moverse, pero Tsuki aprovechó el pánico y atacó como se tenía planeado a Taiyou. Luego de eso el presidente se presentó a Muzan, le lavó el cerebro con su labia repasada una y otra vez y firmaron el Tratado de Kikadi, donde le dieron fin a la guerra entre ambos. Sin conflicto, Los Cómodos no tienen propósitos y deja de ser una zona segura, les dijo Genya, es por eso que decidieron volver a iniciar uno, pero no contaban que Taiyou y Tsuki se unieran para contrarrestarle.

ESTRAGOS | TANJIKANAWhere stories live. Discover now