— ¿Por qué me estas mirando? —Le pregunto, encoge los hombros y me señala con el dedo.

— No está mal despertar y encontrarte semidesnudo. —Responde acercándose— No me canso de mirarte.

— Espero que digas lo mismo cuando esté naciendo.

— Oh, seguro que te odiaré. Todo el dolor que pasaré será tu culpa.

— ¿Mi culpa? —Dejo la taza, pongo las manos en su rostro y ríe. — Nena, yo no te obligué a tener sexo.

— Claro que sí, tus ojos, sonrisa y cuerpo seductor me obligaron. —Dice, haciéndome reír. Le doy un beso en los labios, cierra los ojos y sonríe. — Nunca podría resistirme a ti.

— Lo siento, nací demasiado sexy. —Me golpea divertida. — ¿Tú lo dices y no puedo insinuarlo?

— No lo estás insinuando, egocéntrico.

Me esquiva para llegar hasta el chocolate, mete el dedo en su taza y lo pasa seguidamente por mi pecho desnudo. Arqueo la ceja, se chupa el dedo y mueve la cabeza. En estas últimas semanas ha estado bastante juguetona, sus cambios de humor han sido extremos, pero no quiero imaginar lo que es tener un pequeño bebé en el vientre, soportar los cambios de humor y no saber si reír, llorar, romper cosas o dormir todo el día. Admito que su carácter y el mío son demasiado difíciles, pero nos hemos soportado bien estos meses. Lo único más complicado ha sido cuando el bebé decidía que era gracioso utilizar su poder desde el interior de su mamá. Una vez estuvo todo un día evitando que me acercara a ella, cada vez que lo intentaba me hacía volar por los aires. El pequeño demonio no sabe que estará castigado hasta los treinta por lo menos.

Llevamos las tazas hasta el sofá y nos sentamos.

— Amor. —Su vocecita es dulce, tanto que no puedo resistirme. — ¿Cuándo crees qué nacerá?

— Espero que no nazca en un mal momento. —Contesto haciéndola reír. — Y tú ¿Cuándo crees que será?

— Creo que el dieciocho. —Bosteza, le da un sorbo al chocolate y se mancha la boca.

Niego con la cabeza, le doy un beso limpiándola y pongo la mano sobre su barriga.  — Nacerá el veinte.

— ¿Por qué?

— Tengo la corazonada. —Contesto sonriente.

— Kendo dice que nacerá pasado mañana.

— Kendo quiere que nazca ya, creo que lo quiere más que yo. —Bromeo y los dos reímos. — De verdad, le ha comprado muchas cosas.

— Claro, Janet, la compradora compulsiva no tiene nada que ver en eso. —Dice irónicamente. Pone los pies sobre mí y me mira divertida. — Amor, quiero sexo.

Lo que dice hace que esté apunto de atragantarme con el chocolate. Levanto la mirada. Joder, yo también quiero, pero esta apunto de nacer y no podemos. Ella sabe como ponerme nervioso, por ello se burla de mí. Mira el reloj, vuelve a bostezar y cierra los ojos acurrucándose en el brazo del sofá. La cojo en brazos dejando la taza en la mesa, la llevo hasta la cama y la arropo. Aun me encanta verla dormir y dudo mucho que algún día me canse de mirarla. Ella se acomoda el cojín para evitar los dolores, y me sujeta para que no me mueva de su lado.

— Tienes que dormir. —Murmura con los ojos cerrados. — Estoy bien, Kaleb no quiere nacer todavía.

Pongo la mano en su rostro. — Lo sé, pero tengo miedo de que ninguna protección sea suficiente.

— No nos pasará nada, recuerda que él me protege.

— Quiero conocerle. —Confieso acercando la cabeza y posándola sobre la tripa. — Lo he imaginado durante nueve meses y la visión que Diana me mostró no es suficiente.

EL JUEGO DE LA BESTIA. ® [02]    Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora