Aizen Sōsuke 1/3

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10 Minutos en el Paraíso.

―Parece naranja, pero es más bien rojo ―dijo ella a Gin, mirando el papelito de su mano, a lo que él rio. Le cogió el trozo de papel de la mano y la llevó hacía el armario.

―Es, más bien, rojo escarlata, y estoy seguro de que de ahora en adelante, éste será tu color favorito.

La chica levantó una ceja.

―¿Ah, si? ―le miró, sin poder fijarse de que en vez de empujarle hacía el pequeño armario, la empujaba en una Garganta, que daba quién sabe dónde.

Ella cayó sobre sus rodillas, se masajeó la frente dolorida.

―Maldit...

―Esas palabras, (...) ―dijo una voz conocida.

La voz de aquel que la secuestró y la llevó a Hueco Mundo.

―¿Aizen... ? ¿Qué...? ―le miró.

Estaba sentado sobre su trono, en la sala de reuniones, mirándole y sonriendo, pero no una sonrisa falsa, sino... con fuego.

Sus ojos medio cerrados tenían una luz en ellos que... No sabía lo que era, pero hacía que tuviera cosquillas en su barriga. Ese hombre. Ese hombre tan egocéntrico y tan mezquino que le había robado el corazón.

Maldito fuera por eso. Pero no podía hacer nada.

Ahí estaba, arrodillada ante él (que conste que por la caída) mirándole incrédula.

―¿Desde cuándo juegas a tus juegos, Aizen?

Nunca utilizaría «sama» con él ni aunque le pegase. Ni en broma, pero él le dejaba.

―Ésta es una excepción ―cerró los ojos y tomó aire. Llevó la mano que aguantaba su cabeza y le hizo un gesto para que se aproximase―. Ven, querida... ―ordenó con voz fría.

La chica gruñó algo pero se levantó y caminó hacía él.

―Más... ―dio unos pasos más, estando casi en frente suyo. Abrió los ojos con picardía―. Siéntate aquí ―señaló su regazo.

Levantó una ceja, mirando su regazo y luego miró su cara burlona. Entrecerró sus ojos y juró que ésa la ganaba ella.

―«Si quiere jugar, juguemos...» ―Se sentó de mala gana―. ¿Algo más? ―Rodeó aquel cuello con sus brazos para mantener el equilibrio y luego se encontró con sus ojos chocolate, con sus labios curvados y con una mano sobre tu cintura.

―Tú decides, querida...

Y no pudo decir nada. Se perdió en su mirada, en sus pupilas negras, esa cara sonriente, medio burlona.

―Jaja. Estas tonterías siempre te parecen una broma, ¿verdad? Éstos juegos ―dijo entre dientes, mirando hacía cualquier sitio que no fuese él.

―(...), mírame ―ordenó, pero al carajo con sus órdenes.

Intentó saltar de su regazo y salir de ahí, pero la tenía agarrada, estaba inmóvil. Con su mano libre le tocó mejilla y empujó su cara para que le viera.

―Mírame ―se acercó a ella, con sus labios justo al lado de su oreja, su respiración golpeándola, y golpeando su cuello.

Le acarició el pelo y llevó un mechón a sus labios, donde lo besó. Entonces si decidió perderse en él. Ojos chocolate observando todo lo que hacía.

Para él, tu ella era algo siempre inesperado, algo único.
Algo fuera de la ley.
Para él, era suya.
Su más preciada posesión.

―¿Qué tengo que decidir? ―frunció el ceño.

Debía escapar de él, de ser su presa.

La estaba arrinconando, y aunque le gustaba que lo hiciese, no podía.
Caería y...

―Sobre nosotros... ―sonrió, confiado, acariciándole el cuello, la mejilla, con los labios a pocos centímetros de los suyos. Su corazón iba a mil y su mente no funcionaba bien.

La única reacción «sana» que pudo encontrar fue... besarle. Cerró los ojos y él se sorprendió, primero no lo vio venir pero luego se acomodó.

Sintió cómo la agarraba más de la cintura y le pegaba a él, ella volvió a rodearle con sus brazos. Poco a poco aquel beso pasó de ser un simple beso a uno apasionado, uno con más significado. 

Apretó la mano en su nuca y le pegaste más a ella y los dos a la vez, sin pensarlo, abrieron sus bocas y entrelazaron sus lenguas. Se sintieron las unas a las otras, se saborearon. Por eso Aizen la tenía ahí, porque era la única que hacía que su corazón diese un brinco.

Temía reconocerlo, pero ella era su debilidad.

Aizen besándola, se sentía como si estuviera en el cielo, entre sus manos, las manos que recorrían cada centímetro de ella, su boca, su lengua, que exploraba cada rinconcito suyo, era todo tan perfecto.

Tan irreal.

Abrió los ojos en el beso y se separó de él.

―«¿Qué estoy haciendo?» ―se preguntó y ésta vez si que saltó de sus brazos. Puso una mano sobre sus labios y miró al suelo―. «Acabo de besar a mi enemigo...» ―negó con la cabeza.

¡No podía ser!

―(...) ―dijo.

También se levantó de su trono, ahora serio. ¿Por qué s separó de él?

Eso ya daba igual. Ya había tomado una decisión al besarle.

―Estoy seguro de que entenderás que tendrás que sufrir las consecuencias de ello, ¿no?

Abrió los ojos y le miró perpleja.

―¿Qué?

―Como ya te dije, querida, tenías que tomar una decisión. Y lo hiciste. Ahora tendrás que sufrir las consecuencias. ―Estaba en un estado de shock completo. Aizen, después de ese beso, iba a matarla. ¿Por qué si no? Apretó los ojos esperando una muerte segura―. Primero, acaba lo que empezaste. Segundo, de ahora en adelante, serás mi Reina ―incrédula, pestañeó dos veces, analizando todo lo que pasó.

―¿Eh? ―boquiabierta, solo soltó eso.

―No te doy a elegir, (...). Acepta las consecuencias ―dio un paso hacía ella y la tomó de la mano, y mientras la llevaba a su boca, la acariciaba con su pulgar. La besó―. Eres mía.

Unos instante más, se relajó, y con su mano aún en frente de sus labios, le rozó la mejilla, donde él apoyó su cabeza.

―Creo que... ―levantó una ceja. No se esperaba que respondiera. Ni que le tocase―. Podré vivir con ello ―sonrió.

La tomó de la cintura y la pegó a su pecho en otro beso más apasionado.

―Quizás, para lo que he empezado... ―miró al trono para no mirarle a él―. Necesitemos más espacio...

Rio.

Ella le miró a los ojos.

―Lo que tú desees, mí querida (...). ―Y la besó dulcemente.

Nada más acabar el beso, la llevó a su habitación.

10 Minutos en el Paraíso y más. (Editando)Where stories live. Discover now