Capítulo 14: «El Circo Deambulante»

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Capítulo 14: El Circo Deambulante

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     𝕺scuridad

Era lo único que había allí. 

Los hermanos se encontraban sumidos en una fría y húmeda oscuridad; no podían ver absolutamente nada ni distinguir dónde estaban. Lo único que sabían con total certeza era que aquellos payasos los habían engañado, pues dentro de aquella carpa no había ningún circo. Y era normal, dado que era demasiado pequeña como para que cupiera un verdadero circo allí dentro. A parte de los niños, ahí cabrían dos o tres personas más, como mucho. Y ese también era otro problema: estaban comenzando a sentirse mareados y asfixiados a causa de la creciente falta de oxígeno y el limitado espacio.

Los pequeños, asustados, gritaron e imploraron a los payasos que les dejaran salir, e intentaron tantear en la oscuridad y abrir, sin éxito, la entrada de la carpa. Pero todos sus intentos fueron inútiles. Al final, los niños se dieron la mano para no separarse ni perderse de vista, pues aunque el espacio allí era muy reducido, la oscuridad era completa.

Estaban comenzando a lamentarse cuando de pronto comenzaron a escuchar voces y música. Desde luego, esas voces al igual que la melodía venían de lejos. Los hermanos empezaron a sentir curiosidad y deseos de saber de dónde procedía aquella música y aquellas voces, y de quiénes eran. ¿Acaso no estaban solos allí? ¿Había alguien más con ellos? Entonces vieron una luz tenue y decidieron acercarse a ella. Caminaron y caminaron, esperando chocarse en algún momento con el final de la carpa. Sin embargo, eso no ocurrió dado que seguían avanzando sin problemas, hasta que la luz se hizo completamente intensa y pudieron ver perfectamente dónde se hallaban.

Y lo que vieron los dejó totalmente asombrados.

Estaban situados nada más ni nada menos que encima de las muchas hileras larguísimas e interminables de asientos, que descendían levemente hasta una enorme y circular pista de circo. ¡Era gigantesco! ¿Cómo podía caber todo aquello en esa diminuta carpa? ¡Era imposible! Pero eso no era todo: en el centro de la pista pudieron ver varias siluetas que danzaban, se movían rápidamente, correteaban y saltaban sin ton ni son, al ritmo de una alegre melodía y un bello canto.

Los niños se dispusieron a bajar por la escalerita que se situaba en el centro de la zona de butacas, pero una voz a sus espaldas los detuvo.

—¿Habéis comprado las entradas?

Los hermanos se giraron y vieron un pequeño puesto de chucherías, palomitas, batidos, refrescos y globos. En el mostrador de esa tiendecilla había un hombre mayor muy bajito, flacucho y con el cabello alborotado y grisáceo cuyos mechones escapaban de manera rebelde de una gran chistera que portaba en la cabeza, casi más grande que él mismo.

Wonderland: el Origen de AliciaWhere stories live. Discover now