Capítulo 30: «El Mundo Real»

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Capítulo 30: El Mundo Real

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     𝕷os pasos de la Directora Leonhardt resonaban en el pasillo principal del Orfanato Wunderwerk. Sus largos tacones de aguja repiqueteaban en el opaco suelo de baldosas grises produciendo un rítmico sonido que perturbaba la inquietante calma de aquel horrible lugar.

El nombre de aquel orfanato de Heidelberg, en Alemania; no era más que una mera ilusión deformada; algo irónico para la realidad que se mostraba en el interior de su enclenque estructura, tras las finas paredes de desgastado ladrillo rojo. Sin lugar a dudas, quien le puso el nombre al hospicio debía estar loco, o al menos, debía tener un retorcido sentido del humor. ¿Orfanato Maravilla? ¡No, de eso nada! Tendrían que haberlo fundado con el nombre de «Orfanato Pesadilla». Por lo menos eso se ajustaba más a la verdad, a la cruel realidad que allí se vivía.

El orfanato era antiguo; parecía que llevara más de doscientos años en pie. La estructura de sus decrépitos cimientos estaba resquebrajada y las grietas recorrían las mugrosas paredes como si se trataran de venas en un cuerpo humano. Las grises baldosas del suelo estaban partidas y los cristales de las ventanas presentaban cortes superficiales y abolladuras; tal vez por el paso del tiempo y las pésimas condiciones climáticas, o porque los ventanales solían recibir el impacto de las pelotas cuando los niños jugaban al beisbol. Algunos cristales eran sustituidos por cartones o trozos de papel para reemplazar aquel fragmento que les faltaba, pero esto no impedía que el frío del invierno se colara por las gruesas fisuras e hiciera tiritar a todas las almas infantiles que por diversos motivos de sus vidas habían terminado en aquel triste lugar.

Por fuera, el Orfanato Wunderwerk semejaba una cárcel. Un alto enrejado de metal se elevaba hasta cinco metros por encima de las cabezas de los más pequeños, y las púas que sobresalían de sus fuertes y gruesos barrotes metálicos impedían trepar por él. Además, en la cima de aquellos hierros había afiladas puntas de flecha que remataban aquellas rejas; tan juntas y prietas unas de otras que colarse entre ellas tampoco era una opción. Aunque realmente, eso no había impedido que algún que otro niño rebelde o lo suficientemente desesperado como para querer escabullirse de allí hubiera probado a escapar por la verja. Y aquellos que lo habían intentado, habían terminado mal..., muy mal.

El asilo de infantes poseía un pequeño jardín de césped seco y amarillento, y algunos árboles mustios que decoraban algunas secciones del patio principal y la zona de juegos. Este último sector había pretendido ser un parque, pero una vez más, parecía que el orfanato se burlara de todo aquel que decidiera tomar en serio sus supuestas características. En este caso, la zona de juegos no tenía más que un diminuto tobogán medio roto y dos columpios inestables.

Wonderland: el Origen de AliciaWhere stories live. Discover now