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Draco.                   𝔰𝔞𝔫𝔤𝔲𝔦𝔰 𝔢𝔱 𝔪𝔬𝔯𝔰.             𝐿&𝒟.

No era fácil, nada de esto era fácil

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No era fácil, nada de esto era fácil. Estaba poniendo su vida en peligro, estaba poniendo la vida de Emily en peligro.

No tenía un jodido plan, no sabía qué hacer. Estaba jodido.

Antes de irse, Harry le permitió despedirse de Ophelia y Emily, pero él no quiso hacerlo.

Odiaba las despedidas.

Odiaba ver las muñecas de Emily llenas de sangre debido a las ataduras, al igual que las suyas, al igual que las de Ophelia.

Mataría a Pansy.

Él se acercó hacia el hombre con anteojos, alzando las manos hacia él.

Harry con un leve movimiento de varita hizo que las ataduras muggles desaparecieran sobre las muñecas de Draco. Sin embargo, murmuró algunos hechizos y de la punta de su varita salieron hilos relucientes de color azul y rojo, enrollando las muñecas del rubio.

Por lo menos, aquellas ataduras no le quemaban la piel. Era un hechizo antiguo y muy poderoso, aquella magia la usaban sobre los prisioneros de Azkaban.

Los números marcados sobre su cuello ardieron como un recordatorio que, alguna vez, él también fue un prisionero de Azkaban y usó aquellas mismas «esposas mágicas».

Privaban a cualquier mago de su libertad y la magia. Ni aunque tuvieras la varita más poderosa —de saúco— aquellas esposas no permitían que la magia fluyera en los magos.

Prácticamente ahora era como un muggle más, sin nada de magia.

A continuación, la puerta del lugar en donde se encontraban se abrió de repente y por ella entraron alrededor de diez magos y brujas. Todas aquellas caras eran desconocidas para Draco, excepto por una: Ginny Potter, la pelirroja y menor de los Weasley, la esposa de Harry Potter.

Él le guiñó un ojo, solo para tener el placer de verla enrojecer de rabia. Harry gruñó por lo bajo y colocó la mano sobre su hombro, apretándolo más de lo necesario.

— Te acercas a ella y te mato, ¿escuchaste? —amenazó.

Draco chasqueó la lengua con sorna.

— No me van las pelirrojas, prefiero las mujeres de cabello negro.—dijo, refiriéndose a su esposa.

— Te doy cinco minutos para despedirte de Emily y Ophelia, y nos vamos.

— No tengo por qué despedirme.—replicó.

No quería hacerlo.

No quería hacer real el hecho de qué tal vez sí era una despedida.

Un adiós.

Love and Darkness | Draco MalfoyWhere stories live. Discover now