Draco Malfoy siempre ha sido conocido como un Slytherin ambicioso, pero nunca contó con tener el completo mando sobre el mundo mágico, hasta que Lord Voldemort muere después de destruir a cada miembro de la Órden de Fénix, dejando el mundo mágico en...
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Phia aparecía, le pedía que bajara y después desaparecía nuevamente. Emily le había pedido múltiples veces a Phia que se quedará con ella, porque estaba muy aburrida y no tenía planeado bajar, pero la elfina solamente se reía nerviosamente como acostumbraba hacerlo y, con un chasquido de dedos, desaparecía. Ni siquiera se tomaba la molestia de responderle, y Emily maldijo mil veces a Draco por eso.
Dos golpes en su puerta la hicieron sobresaltarse y salir de la nube en la que estaba.
— Abierto.— dijo, totalmente nerviosa.
Sus manos ya estaban empezando a sudar y su corazón martillaba con fuerza dentro de su caja torácica.
Cuando la puerta se abrió y pudo ver a su amiga Lily en el umbral, no supo si sintió alivio o decepción.
— Hola — saludó y le sonrió —. No te he visto en todo el día y quise ver cómo estás.
— Estoy bien. ¿Qué tal tú?
Ella cerró la puerta tras su espalda y se dejó caer sobre la cama de Emily.
— Muy bien — suspiró y se recostó sobre su espalda —. Es decir, muy, muy bien. Draco ha estado en el desayuno con nosotras, también en el almuerzo.
— Oh, eso está bien, ¿eh?
— No habla mucho, es muy serio — se encogió de hombros mientras cogia un mechón de su cabello y lo envolvía con su dedo —. Pero supongo que está bien porque no me quitó los ojos de encima en todo el día.
— Ah... mira, eso es bueno.
— Más que bueno, ¡es excelente! No ha mostrado interés en ninguna chica más que en mi, y Narcissa también lo ha notado, pues me lo ha dicho.
— Te lo mereces.
— Lo sé, ¿cierto? — giró para estar sobre su pecho y colocar las manos bajo su mentón —. ¿Me veré guapa junto a él?
— Muy guapa.— aseguró Emily.
— Hoy le hemos escrito a nuestros padres — informó mientras buscaba algo en el bolsillo de su pantalón —. Y pensé que tú también querrás escribirle a los tuyos.
Le tendió un pergamino y con su varita conjuró tinta fresca.
— Gracias, Lily.
Chasqueó la lengua.— No es nada.
Cogió el pergamino y mojó la pluma en la tinta para después disponerse a escribirle una corta carta a sus padres.