—Ey. Aquí estoy —murmuró, acercándose. Cuidadosa, le besó un lado de la frente que no tenía dañado—. Tranquilo. Estamos bien. Las dos —aseguró, mientras le acariciaba suavemente el cabello.

—¿Mía?

—Está bien. Lo atraparon, Theo. Así que ya no hay riesgos de que vuelva por ella. —Theo cerró los ojos, encontrando tranquilidad. A pesar de que su mente estaba un poco «lenta» por la cantidad de analgésicos que le habían suministrado, no podía dejar de pensar en la niña.

—Tienes que decirle lo que pasó. Explícale. No quiero que se asuste.

—Lo haré. No te preocupes. Todos estamos cuidando de ella —prometió—. Ahora solo tienes que ocuparte de descansar, ¿sí?

—Escúchala. Tiene razón —interrumpió Carol, que se hallaba concentrada suturando—. Tus chicas están bien. ¿No fue lo que te repetí todo el tiempo?

Adolorido, Theo dirigió una pequeña sonrisa a Lucy que seguía haciéndole caricias en el cabello.

—No pude defenderme —pronunció—. No lo vi venir. —Aquellas palabras dolieron todavía más. Ni siquiera tuvo la oportunidad de protegerse. Tan injusto.

—Lo sé. Pero no tenías forma de saberlo.

—Se supone que debería estar con Mía. Ella me necesita —se resignó, frustrado. Además del dolor físico, su interior estaba sumido en una marea de impotencia. Había tantas cosas que deseaba hacer. Quería estar con Mía, acompañarla al nuevo hogar, decirle otra vez que haría todo lo necesario para obtener su custodia, conseguir lo necesario para iniciar los trámites, visitarla cada día que fuera posible. No obstante, su realidad lo reducía a mantenerse en una cama hasta mejorar.

—Sí, Theo. Te necesita fuerte. Entero. Por eso tienes que descansar lo suficiente hasta recuperarte —insistió Lucy—. Me encargaré de que ella esté bien. ¿Puedes confiar en mí?

—Sí. Lo hago —emitió un quejido a causa de una punzada de dolor. Tenía prohibido estresarse, pero no podía evitarlo.

Horas atrás, mientras Andrew Wilson lo molía a golpes hasta arrastrarlo en el piso, Theo pensaba en que por nada del mundo podía dejar sola a Mía. Él quería convertirse en su papá. Era quizá, su deseo más grande. También, pensaba en que necesitaba más tiempo con Lucy para hacer todas aquellas cosas que aún tenían pendientes, para demostrarle cuánto la amaba. Pensó en su hermana, Mila, su única familia de sangre, con la que siempre habían sido incondicionales. No quería perderse los cumpleaños de sus sobrinas. Pensó en Brett, en lo mucho que anhelaba verlo graduarse en la universidad, recibiendo su diploma. La vida podía llegar a ser tan frágil... Más no estaba dispuesto a que su historia acabase en el piso ensangrentado de un baño. El recuerdo de todas aquellas personas que amaba, lo mantuvieron con vida.

—Lucy...

—¿Dónde está mi hermano? Se llama Theo. Theo Dankworh. Trabaja aquí. Me dijeron que estaba en urgencias —se escuchó una voz femenina exaltada detrás de la puerta—. Soy Mila, su hermana menor. ¿Necesita que le muestre mi identificación? —La forma en la que hablaba, daba la impresión de que, si era necesario, sería capaz de asesinar a alguien para ver a Theo.

Él contuvo una risa -emitirla le provocaría más dolor- y desvió la mirada hacia Carol, que había terminado de suturar, en busca de ayuda. La enfermera había conocido a Mila en otras ocasiones, así que era la indicada para recibirla.

—Ya sé. Iré a tranquilizarla. —Tras ponerse de pie, Carol se quitó los guantes de látex y los arrojó en un cesto de basura—. Los dejo solos —dijo, antes de escabullirse al exterior.

Theo regresó hacia la chica, que se sentía orgullosa por lo mucho que las personas lo apreciaban. Ahí afuera, había prácticamente un hospital entero preocupado por él. Incluso la directora movió su apretada agenda para ocuparse del caso.

—Es un poco intensa. Mila —comentó—. Pero tiene un corazón enorme.

—Puedo imaginarlo —aseguró Lucy. De hecho, tenía la certeza acerca de quién había heredado esa característica— Ibas a decirme algo antes. ¿No?

—Sí. ¿Me darías un beso?

Pese a la situación, Lucy se sonrojó. Puso una sonrisa que cualquiera de solo verla podría adivinar que era una mujer perdidamente enamorada de su hombre. Sin mediar palabras, se inclinó con sumo cuidado hacia él y lo besó suavemente en los labios, dejando en evidencia lo mucho que deseaba hacerlo pero, al mismo tiempo, temía lastimarlo. Algunas lágrimas se deslizaron a través de sus mejillas, tocando el rostro de Theo que enseguida se preocupó.

—Ey. No llores.

—Lo siento. —En seguida, Lucy se distanció y procedió a limpiarse la cara con el dorso de la mano—. Es que pensé que te perdía, Theo. No te imaginas lo horrible que se sintió. Fueron las peores horas de mi vida —reveló, a la vez que se incorporaba, recuperando firmeza. No quería desmoronarse frente a él.

—Me pondré bien. Y te lo voy a compensar.

—Seguro. Mientras tanto, puedes empezar haciendo caso. Vas a descansar y dejarás que te cuide. ¿De acuerdo?

Como pudo, Theo asintió. Su estado de alerta había comenzado a disminuir y, en su lugar, aparecía la intensa necesidad de cerrar los ojos, apagar su mente durante un rato, descansar. Sabía que Mía se encontraba a salvo. Su hermana se hallaba del otro lado, demostrando que, aunque cada uno estuviera formando su propia familia, nunca dejarían de apoyarse el uno al otro. Y Lucy...

Lucy estaba ahí, a su lado, poniendo esa sonrisa con la que podría iluminar cualquier sitio, excepto que solo se la dedicaba a él. 


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Frágil e infinitoWhere stories live. Discover now