Capítulo 26

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Entre los preparativos, Lucy se había devorado casi un balde entero de crema helada sabor chocolate con fresas. Tuvo que hacerlo, o bien, la ansiedad la consumiría. Se obligó a detenerse cuando, después de colocarse el maquillaje, se dio cuenta que iba a estropearlo si continuaba engullendo con esa intensidad. Su mente se había convertido en un campo de batalla contra sí misma, largando pensamientos malintencionados que golpeaban donde más dolían.

<<Están enfadados contigo porque nunca los visitas. Te van a comparar con la novia -y con el resto de tus primos. Te preguntarán por qué aún no sientas cabeza. En su interior piensan que eres un fracaso, pero nunca lo dirán de esa forma. Pero lo piensan>>.

De pie en el umbral de su habitación, tomó largas respiraciones profundas. Tenía puesto un par de tacones plateados. Lucía un vestido de tirantes, largo, de satén color lavanda. Su color preferido. Llevaba el cabello suelto, peinado en ondas ligeras que aportaban un toque relajado. Dulce. Sencilla. <<Preciosa>>, había pensado Theo, minutos después cuando la contempló antes de meterse al taxi que los llevaría a destino. Mientras transitaban el camino, no se lo dijo. Evitó mencionar que, justo parada frente a su cuarto, pensó en echarse atrás. No asistir. Pero entonces, él tocó la puerta y ella encontró valor. Quería pasar un buen rato, divertirse, bailar al compás de la música con su persona favorita. Mostrarle esa parte de su vida que usualmente evitaba. No tenía razones para esconderse. Ella también merecía ser feliz.

—Hey. ¿Estás bien? —Theo le acarició ligeramente el brazo desnudo. Lucy apartó la vista de la ventana, volteando levemente hacia él.

Estaban llegando al salón.

—Sí. Bien —respondió. Luego, forzó una pequeña sonrisa. El camino indicaba que estaban cada vez más cerca. A medida que la distancia se acortaba, las punzadas en el estómago aumentaban. Los pies le temblaban, su corazón latía rápido y su mente se hallaba más inquieta que nunca.

Theo lo supo.

—No tienes que mentirme, Lucy —aclaró—. Puedo oír desde aquí cómo late tu corazón. Y hasta recién te mordías las uñas. —Dejó ver que la conocía. La conocía de verdad. Tanto—. Si no quieres ir, vamos a casa. Tú decides.

Ella tragó saliva, reconociendo en su interior que debía tomar una decisión. Al mismo tiempo, el vehículo se detuvo ante el camino de entrada. El chofer bajó y se acercó, abriendo la puerta trasera.

—No. Quiero hacer esto.

—De acuerdo —respondió con paciencia. Bajó del auto, pero desde afuera, le extendió una mano—. ¿Vamos?

Enseguida, Lucy se aferró entrelazando sus dedos con los del contrario. Percibió como sus piernas de pronto recuperaban fuerzas. Caminó portando los tacones como si estuviera acostumbrada a hacerlo a diario y acarició con el pulgar el lateral de la mano masculina, mientras lo contemplaba de reojo.

—Tenías razón. Mi corazón está latiendo con fuerzas esta noche —reconoció—. Estoy nerviosa, sí. Pero supongo que la verdadera razón es que... Late por ti, Theo —decantó en una sonrisa, riéndose de sí misma—. Oh, sí. Eso sonó tan cursi. Lo siento. Pero es que cada vez que te veo se siente como... Como si fuera la primera vez, la primera cita. Ya sabes.

Los pasos se detuvieron. Él se movió, de manera que quedó frente a ella. Fue ahí, a mitad de camino, en medio del aire libre, después de que consiguió desprenderse de esa ansiedad que tan preocupada la tenía, cuando Lucy realmente pudo apreciar la persona que tenía a su lado.

<<Empiezo a creer que es la recompensa que me ha enviado el universo por haber esperado tanto. Supongo que es algo como: "Aquí tienes Lucy, toma todo esto para ti. Te daré incluso más de lo que esperabas por haber quedado tantos años en el olvido>>, recalculó, paseando la mirada a través de sus facciones. Dimensionando lo atractivo que lucía vistiendo un traje de gala azul oscuro. La sonrisa que la derretiría durante el resto de su vida.

Frágil e infinitoWhere stories live. Discover now