Capítulo 23

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Las gotas de lluvias caían de manera torrencial, golpeando contra el vidrio y deslizándose a través de él, dibujando caminos abstractos que Lucy se entretenía persiguiendo. Envuelta en una manta, estaba sentada con las rodillas dobladas, sobre el sillón que Theo tenía contiguo a una ventana que daba al exterior. Le gustaban las tormentas. La lluvia, en especial, le traía buenos recuerdos, cómo el que acababan de construir. Horas atrás, Lucy bajó de la motocicleta e intentó marchar con prisa, a causa del agua que los empapaba. Theo la sostuvo por detrás, justo cuando estaba a punto de caer a un charco de lodo y, al ver como él extendía una sonrisa magnética, ella también se largó a reír. Luego, lo besó, ahí, en medio de una tormenta que apenas comenzaba. No le importó el agua, ni el frío, ni el cielo partiéndose en dos. Solo podía pensar en él, en lo maravilloso que se sentía besarlo, en lo emocionante de saber que, se estaba volviendo una costumbre tenerlo así de cerca.

Su cuerpo aún estaba frío, cuando tomó una ducha caliente y descubrió que Theo había comprado su shampoo favorito, uno que ponía <<coco y vanilla>> y venía en un envase color amarillo pastel con destellos que prometían una cabellera <<más brillosa>>. De pronto tenía la sensación de que ni siquiera necesitaba regresar a casa por sus pertenencias, porque en la de Theo, se sentía como en una. Aún tenía el cabello húmedo, las mejillas enrojecidas por la calidez de la calefacción y su corazón latiendo eufórico, asimilando que su relación con él cada día se volvía un poco más sólida.

—Té caliente —murmuró Theo, que surgió desde la cocina con una taza entre las manos. Llevaba un pantalón de chándal gris oscuro y una camiseta de manga corta negra. También tenía el pelo ligeramente húmedo. Los ojos chispeantes. La sonrisa que la hacía derretirse. Tragó saliva, asumiendo que nunca se acostumbraría a esa clase de belleza hipnotizante.

—Oh, sí —respondió distraída. En seguida extendió la mano y él le pasó la taza. El calor se propagó a través de sus extremidades, volviendo aún más cálido ese pequeño rincón especial que a Lucy le resultaba fascinante. Como si estuviera hecho para ella—. Gracias.

—¿En qué estás pensando, eh?

Lucy miró el piso, mientras se sonrojaba aún más. Sí, su interior estaba inquieto. Un misterio atravesaba su cabeza, pidiendo con urgencia ser resuelto. Así que tomó una bocanada de aire y lo largó.

—Jefferson te dijo que se acostó conmigo ¿no? Eso fue lo que comentó para provocarte y por eso, pensaste que sabía dónde vivía —explicó los puntos que no tardó demasiado en unir. La chica tenía esa capacidad de observar en silencio y, simplemente, darse cuenta de lo que pasaba. Siempre consideró que ser introvertida la hizo desarrollar esa habilidad.

—Ya sé que no es cierto —aseguró—. Y si lo fuera, no me importaría. Quiero decir, no cambiaría nada entre nosotros. ¿Eso es lo que te preocupa?

—Uhm, no. No exactamente —respondió, tratando de buscar las palabras adecuadas para sonar clara—. Quiero decir, en realidad me preocupa que lo hayas creído en un principio, porque yo... No sé como explicar eso —su garganta se enredó.

—¿Tú qué, Lucy? Solo tienes que decirlo, como puedas —la intentó animar. El tono paciente que adquirió su voz, la embebió de tranquilidad. Pensó en lo agradable que sería si hubiera un millón de Theos alrededor del mundo, con esa manera de comprender y facilitar los problemas a los demás.

—Es imposible que me haya acostado con Jefferson porque apenas lo conozco. Me refiero a que, ni siquiera sé quién es realmente o las cosas que le gustan, o la forma de sus ojos cuando está triste o cuál es su recuerdo favorito de la infancia —Lucy se detuvo a respirar. No estaba siendo clara. Solo se enredaba más y más en sus propias ideas—. No siento ninguna clase de conexión con él. Nada. Y hace un tiempo entendí, después de años sintiéndome como un bicho raro, que necesito sentir una conexión emocional para tener relaciones sexuales con alguien —largó. De pronto, el peso de un montón de años, se apartó de sus hombros—. Eso es. En realidad, tenías que saberlo porque, ya sabes, si en algún momento avanzamos, no quiero que pienses que soy tonta o algo así, es solo que no tengo demasiada experiencia. Bueno, casi nada, en realidad —sonrió un poco, dándose cuenta de lo fácil que era ser honesta con él.

Frágil e infinitoWhere stories live. Discover now