Capítulo 5

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Después de la conversación con Lucy, podía decir que se sentía <<como nuevo>>. Le había sentado bien desahogarse, liberar los pequeños vacíos oscuros que habitaban su interior. Él no podía notarlo, pero sus ojos aún mantenían ese brillo chispeante que solo aparecía cuando ella estaba a su alrededor. La había vuelto a encontrar y de pronto, surgía la necesidad de tener más tiempo juntos, recuperar el tiempo perdido. Recordó aquellas incontables conversaciones por mensajes de textos en las que se recomendaban canciones y experimentó el deseo de retomar esa vieja costumbre. De hecho, tenía una lista mental de sugerencias que encajaban a la perfección con Lucy. Se preguntó si más tarde juntaría el valor suficiente para hacerlo.

Fuera de la habitación de Mía, Theo se topó con la psicóloga infantil del hospital. Su expresión cambió de estima a preocupación, aunque la mujer enseguida le explicó lo que estaba pasando. Dijo que había intentado hablar con ella, después de que una enfermera informó que se negó a comer la cena. Lo definió como un caso complicado. <<Mía tiene una coraza y no está dispuesta a abrirse con alguien más. Es normal en personas que sufrieron mucho y han tenido que protegerse por sí mismas>>. Theo percibió su corazón latir con fuerzas, así como también su piel estremecerse. Quizá tenía que ver con recuerdos de su pasado. Quizá por eso la situación lo tocaba de cerca, más que cualquier otro paciente. <<Eso sí, ha preguntado por ti. Te está esperando. Fuiste el primero que la encontró y la puso a salvo. Ella te considera su héroe>>.

Supo que desenredar los hilos del caso les llevaría más tiempo de lo usual. Podían investigar, hallar datos, constatar pruebas, pero necesitaban el testimonio de Mía para aclarar la situación. Al entrar a la habitación, la encontró sentada en la cama, coloreando el libro de dibujos que él le había conseguido. Se veía concentrada, aunque sonrió apenas lo vio.

—Hey. ¿Cómo te sientes? —preguntó, sentándose en una silla ubicada al costado de la litera. Mía tan solo se encogió de hombros, sin dejar de colorear—. ¿Es cierto que no quisiste comer? ¿Mía?

Se hizo un silencio. Theo no la presionó, dejó la pregunta rondando en el aire, armado de paciencia. Un rato después, ella habló.

—Una enfermera dijo que cuando mejore, podré irme de aquí y me llevarán a otro sitio —comentó—. No me quiero ir. Prefiero seguir enferma si así puedo quedarme —escupió, apretando fuerte el lápiz que deslizaba sobre una hoja.

—Lo que te dijo es cierto, Mía. Nadie puede quedarse aquí para siempre. Una vez que te mejoras, tienes que dejar tu lugar a algún otro niño que lo necesita —explicó. Ella podía entenderlo, más no hacer que la idea le agradara. No respondió. Se sintió egoísta por negarse a darle su lugar a alguien más—. ¿Sabes qué? Tengo una idea. Me quedo a cenar contigo —cambió de tema, evadiendo la tensión. El rostro de la pequeña pelirroja se iluminó—. Pero solo si me prometes que no dejarás de comer.

—Está bien —suspiró pesadamente—. Te lo prometo.

Theo se quedó ahí el resto de la noche. Cenaron. Jugaron cartas. Luego, ella coloreó otro rato. Sin intención, le había roto el corazón cuando le dijo que le daba un poco de miedo dormir sola. <<La mayoría de los niños están aquí con alguien>>, largó con los ojos entrecerrados por el sueño que caía sobre ella. Theo se atrevió a preguntarle por sus padres y ella contestó <<mi papá no va a venir. Él no me quiere>>. Tuvo el impulso de preguntar más, pero la forma en que la expresión de Mía se perturbó, lo hizo callar. Le dijo que no se preocupara, que todo estaría bien. <<Me quedaré aquí hasta que te duermas>>. Entonces Mía, con los restos de energía que le quedaban, extendió la mano hasta la mesita donde descansaban sus materiales para colorear. Sacó una hoja, que estaba oculta entre los dibujos y se la obsequió a Theo.

Frágil e infinitoWhere stories live. Discover now