—Eliot —murmuré con trabajos, mientras que tenía la vista perdida en la sala. Esperé que de un momento a otro su fantasma apareciera para llevarme de una vez por todas a la locura.

La sala se desvaneció entre mezclándose con un escenario gris. Un largo y angosto pasillo avanzaba hacia mí muy rápido. Vi a un soldado con rasgos orientales que se apresuró a abrir una puerta de metal. Hubo un rápido zangoloteo cuando entré ahí, como si alguien me hubiera empujado por atrás. La luz que alumbraba el lugar era muy brillante en comparación a la del pasillo. Ahora me llevaron a sentar a una mesa de metal; sin desearlo, el cuarto giró rápido de un lado a otro para mostrarme los detalles que había alrededor —si es que los había. Todas las paredes estaban vacías y el color grisáceo hacía más deprimente el lugar—, hasta que se detuvo en un enorme espejo en la pared.

Esperaba ver mi reflejo, pero solo vi a Eliot sentado, muy desganado, con las manos esposadas tras su espalda. Llevaba puesto un uniforme negro, algo sucio; su rostro estaba irreconocible por el camuflaje color negro que estaba despintado por el sudor que escurrió de su frente; y tenía rastros de sangre que rodeaba una herida lineal en su mejilla; su cabello era corto; sus ojos oscuros parecían brillar y se comunicaban ansiosos conmigo.

En eso vi por el reflejo del espejo que un soldado se acercó a él y de un tirón le regresó la cara al frente. Me di cuenta de que Eliot me estaba transmitiendo telepáticamente todo lo que él estaba viviendo en ese momento.

¿Cómo lo hacía? No tenía idea, y tampoco iba a analizarlo en este momento porque mis tercos pensamientos podrían cortar la comunicación.

El soldado dijo algo a Eliot que no entendí. Ni siquiera reconocí el idioma que estaba hablando.

—¡Libérame! —ordenó Eliot con voz decidida pero calmada.

—¡Suéltalo! —grité.

El soldado no obedeció y volvió a hablarle en ese agudo y cantarín idioma.

—No te entiende, Eliot —avisé cuando analicé los gestos del soldado que se torcían en confusión—. No puede obedecerte si no conoce el significado de tu orden.

—¡Vaya! Mi Protegida no ha estado perdiendo el tiempo —comentó con tono burlón. Lo que ocasionó que el soldado lo golpeara en la cara; su rostro se movió en dirección del espejo.

—¡Ouch! —se quejó Eliot en silencio con su reflejo.

Me sorprendió que no sintiera dolor, pero sí me sobresaltó el movimiento brusco, tanto que mi corazón latió asustado.

—Ese hombre cree que te estás burlando de él —advertí con falsa tranquilidad.

—¡Hum! Así que, según tú, tengo que hablar mandarín para que me obedezcan.

—¿Mandarín? —repetí, eso me dio una idea de dónde estaba—. ¡Sí!

Eliot soltó un bufido burlón.

—500 años y nunca me tomé la molestia de aprender más idiomas —comentó.

El soldado volvió a golpearlo al momento que le gritaba furioso. Volví a ver el rostro de Eliot tras mi sobresalto, y ahora estaba sangrando del labio inferior. Su herida comenzó a sanar muy lento, pero dejando una cicatriz que desaparecería en un día o dos.

—¿En qué parte de China estás? —pregunté antes de que ese soldado lo silenciara de una vez por todas.

—Beijing... En el búnker del Ministro de Defensa —me respondió muy quedo, bajó su rostro para que el soldado no viera que movía sus labios.

Pero no fue necesaria tanta precaución porque el soldado convenientemente recibió una orden por su intercomunicador personal y salió de inmediato.

Eliot respiró cansado en lo que veía a su alrededor con disimulo. De seguro sospechó que lo estaban vigilando aún.

El Recolector: Fuera de la vidaWhere stories live. Discover now