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Neo Hill abrió los ojos y se encontró con el rostro sonriente de su abuelo, Malachai Woolf, mirándole con la misma paz que lo acompañaba siempre

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Neo Hill abrió los ojos y se encontró con el rostro sonriente de su abuelo, Malachai Woolf, mirándole con la misma paz que lo acompañaba siempre. El hombre, con su piel curtida por el sol y las arrugas que denotaban su edad, todavía conservaba ese algo en su aura que dejaba ver que había sido alguien importante en sus tiempos.

Un poco confundido miró a sus alrededores, dándose cuenta que se encontraba en una sala de hospital, en una habitación para él sólo. Le dolía la cabeza y estaba desorientado, así que no consiguió entender del todo que estaba haciendo ahí, hasta que sus recuerdos comenzaron a esclarecerse. De repente, abrió los ojos de par en par y miró a sus alrededores, el hombre pareció darse cuenta de lo que estaba pensando.

—Tu hermana está bien, despertó antes que tú y se encuentra en otra habitación con tu madre —el hombre parecía muy tranquilo con la situación lo que le generó un sentimiento de irrealidad.

—¿Y los demás? —preguntó, su garganta estaba seca y las palabras le salieron forzadas.

—Están todos bien, aunque algunos chicos estuvieron graves por permanecer demasiado tiempo bajo el agua —explicó, encogiéndose de hombros—. De todas formas, ya todos salieron de peligro.

Neo soltó un suspiro, apretando los labios y mirando al techo

—¿Y el hombre? —preguntó, frunciendo el ceño.

—Fue encerrado, irá a juicio pronto, pero sinceramente no creo que vaya a salir bien parado —él apretó los puños sobre su regazo—. Me encargaré de ello.

Y estaba seguro de que sería así. Neo miró a su abuelo unos segundos, debía ser él quien estaba pagando por las habitaciones, de lo contrario no estarían en una sala individual.

—Tu primo se está encargando de este caso, él va a tomarte la declaración pronto, sólo faltas tú y la chica de los Young —explicó, lanzándole una mirada extraña.

Neo se quedó en silencio recordando los últimos momentos de la noche, cuando todos fueron atrapados por una especie de canto de Hamelín y se arrastraron al agua, para después caer desmayados de la nada.

—Si quieres —el hombre habló llamando su atención—. No es necesario que digas nada, usaremos la declaración de tu hermana para hacer la tuya.

Neo levantó la vista, centrándose por primera vez en su abuelo lo suficiente como para notar lo extraña que era la sonrisa que llevaba en los labios.

—¿Qué quieres decir? —preguntó, frunciendo el ceño.

—Ángela ya tuvo que pasar por todo el estrés mental de revivir esa noche, no es necesario que pases por eso también, tu primo se encargará —luego, Malachai se puso serio—. A menos que hayas visto algo más, dime ¿Notaste algo fuera de lo común?

Ambos parecieron evaluarse mutuamente. Neo se acordó de las risas, de los gritos, del momento en que todos intentaron ahogarse entre ellos y cómo cayeron inconscientes después de un rato. Estaba seguro de que podía decirlo, pero era una locura, un delirio que quizás había sido inducido por el fuego y el humo.

El talento de Miss Darcy (Libro 1 y 2) (GL)Where stories live. Discover now