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Darcy pensó que el campamento no sería tan malo hasta que comenzaron las clases

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Darcy pensó que el campamento no sería tan malo hasta que comenzaron las clases. En cuanto el profesor Hernández abrió la boca supo que estaba en problemas porque parecía estar hablando en un idioma que todos entendían menos ella. Si a eso le sumaba los gritos de su abuela en el techo del edificio lo único que obtuvo al medio día fue una migraña terrible.

El salón de clases nunca había sido tan asfixiante para ella. Los sonidos de lápices, la voz del profesor y la fricción del plumón contra la pizarra era lo único que se escuchaba, lo demás eran sonidos incidentales que rompían de vez en cuando con la rutina. Al inicio de la clase había recibido una guía con los temas recurrentes en los exámenes de ingreso y los habían dividido en grupos dependiendo de la escuela y la carrera que pretendían escoger. La mayoría planeaba quedarse en la universidad local, por lo que eso pareció facilitar las cosas para el profesor, que conocía las evaluaciones escritas al dedillo.

—Tiene un cerebro enorme —dijo una vez que estuvo fuera del salón, durante el descanso.

El profesor Hernández no era el único que enseñaba ahí, tenía un grupo de expertos en diferentes materias, pero él se encargaba de supervisar que todos los temas importantes fueran tocados y que sus alumnos estuvieran a la altura.

—Lleva años haciendo esto —Comentó Tiffany, encogiéndose de hombros, para después darle un trago a su botella de agua.

—Este es el campamento más pedido del año, es realmente difícil conseguir un espacio —agregó Aaron, como una forma de animarle. No lo logró.

—¿Realmente es tan bueno como dicen? Siento que no estoy aprendiendo nada —inquirió, recargándose en la pared del pasillo y agachando la cabeza. Estaba un poco mareada y genuinamente le dio envidia ver a sus amigos tan tranquilos.

—Claro—Tiffany se encogió de hombros—. Desde que vengo he subido muchísimo mi nota y sabes que ese es un tema importante para las admisiones —aseguró. La familia de Tiffany, como la de todos los que enviaban a sus hijos a aquel lugar, invertían una cantidad ridícula de tiempo y dinero en la escuela. Su propia madre estaba deseosa de que su hija figurara entre los promedios más altos de su generación.

Por supuesto, Darcy conocía sus límites.

—No te preocupes —Aaron le dio unas palmaditas en la espalda en un gesto de consuelo—. Pronto vas a acostumbrarte al ritmo. Te irá bien.

—Supongo que debo tener fe —murmuró, viendo cómo Maxine salía del salón de clases y caminaba hasta ellos, escoltada por un par de chicas desconocidas.

Darcy dio por hecho que se acercaba a hablarles, pero se dio cuenta de su error cuando Tiffany se movió y Max abrió el refrigerador industrial que estaba a su lado. La máquina se encontraba en aquel pasillo solitario para auxiliar a los pobres campistas que permanecían encerrados en los salones estudiando hasta el hartazgo.

El talento de Miss Darcy (Libro 1 y 2) (GL)Место, где живут истории. Откройте их для себя