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Darcy se despertó incorporándose por el sobresalto. Sus ojos estaban muy abiertos, tenía un frío terrible. Le dio la impresión de haber escuchado un grito, pero la cabaña estaba silenciosa, así que se giró para contemplar a los alrededores, intentando encontrar lo que estaba fuera de lugar. A su lado Anabeth la miraba en silencio, con una intensidad extraña en su expresión. Entonces lo supo.

—¿Fuiste tú? ¿Tú me despertaste? —murmuró, llevándose una mano al pecho. La mujer asintió y señaló la puerta.

Darcy frunció el ceño y ladeó el rostro sin entender lo que intentaba decirle. La abuela mantuvo su postura, señalando con el dedo hacia el exterior y cuando Darcy no dio señas de moverse, ella soltó un grito penetrante que obligó a la chica a taparse los oídos.

—¿Qué quieres? ¡Maldición! —espetó, soltando un gruñido de irritación, cuando la mujer volvió a señalar la puerta, Darcy suspiró—. ¿Quieres que vaya afuera? Está helando y sin ofender, me gusta mi cuerpo corpóreo —espetó echando un vistazo por la ventana, sin embargo, la mujer hizo un ademán con la mano y el cuarto se puso más frío todavía. Ella suspiró, rindiéndose—. Bien, bien, ya entendí —masculló, apresurándose a ponerse las botas.

Cuando estuvo afuera lo primero que vio fue una niebla tan densa que parecía querer tragársela.

Estaba relativamente oscuro, ya que las farolas se encontraban encendidas, pero no parecían dar a vasto. Darcy observaba el camino cuando sintió una frialdad aterradora invadiendo sus venas, paralizando sus músculos. Sin poder evitarlo se retorció sintiendo que algo se metía debajo de su piel, se llevó la mano a la espalda intentando encontrar la fuente de aquella sensación cuando notó lo que estaba pasando.

Era su abuela, intentando darle un mensaje.

Un escalofrío le dio la certeza de que todos estaban en peligro. Darcy soltó una exhalación que se transformó en vapor y de inmediato comenzó a correr. La niebla no la dejaba ver a más de un palmo de su rostro, era como estar atrapada en una nube gris, donde todo lo demás era desconocido, sin embargo, consiguió avanzar sin chocar contra nada. Sus pies parecían evitar el peligro.

Había avanzado bastante cuando la cafetería se encendió y fue como si la niebla se hubiera despejado. Darcy abrió los ojos de par en par, el fuego avanzó hasta el edificio principal y se pasó enseguida a los árboles, prácticamente cerrando la salida. Era como si el fuego quisiera mantenerlos dentro del campamento.

—Mierda —murmuró, escuchando cómo los vidrios explotaban y las llamas se levantaba sobre sus cabezas. La niebla estaba presente todavía, pero ya no era la verdadera enemiga. Darcy abrió los ojos de par en par, sabiendo que aquello no era obra de la naturaleza.

Un grito llamó su atención y más allá, cerca de la arboleda, vio a Max acorralada por un hombre, el hombre de la chaqueta roja.

El rostro de la chica estaba plagado de terror y sus ojos se centraban en el cuchillo que brillaba bajo una siniestra luz. Darcy apretó los puños ese momento sólo pudo pensar en una cosa: salvar a Max.

El talento de Miss Darcy (Libro 1 y 2) (GL)Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon