Oyó un jadeó suave y dulce, seguido del sonido del metal aterrizando sobre la piedra. Enseguida supo de quien se trataba sin siquiera tener que levantar la vista.

Aunque eso si lo hizo... mirarla. Porque esta noche ella lucía encantadora de una manera que le hizo querer desgarrar su propio corazón al sentir su pulso enloquecer bajo su pecho.

Su cuello yacía rodeado de diamantes brillantes que descansaban con tranquilidad sobre su piel. El centro de su pecho se encontraba completamente desnudo y podía ver los montes de sus senos apretarse contra la tela carmesí que la cubría. Un suave vestido que abrazaba su cintura para caer desde sus caderas como una cascada entre montes en lo profundo del bosque.

Un extraño sentimiento afloró en su piel, porque algo de esto ya lo había vivido. Y también había sido con ella.

—¿Es que no va a pedirme disculpas? —instó Eleanor, moviendo su melena castaña y ondulada tras sus hombros— ¿O porque ahora es el Lord soy yo quien debe asumir cosas como esa?

Lo fulmina con la mirada y aquello hace que su pulso lata con más fuerza.

—Es usted una mujer exigente —replicó él, dando un paso adelante—. ¿Alguna vez lo he mencionado?

—Ha dicho muchas cosas, si —respondió ella, ladeando su cabeza—. Pero no creo haber escuchado esa en específico.

—De cualquier manera —prosiguió Draco, finalmente quedando a centímetros de ella—, he sido criado con modales por lo que me es raudo no pedirle disculpas por lo sucedido, señorita Berkshka.

Su mirada bajó desde su clavícula hasta su pecho, deslizándose por su cintura, cadera, y bajando por la tela rojiza de su vestido hasta llegar al suelo donde la daga había caído a sus pies ante el impacto.

—Permítame —murmuró él, bajando su cuerpo con lentitud hasta que su rodilla apoyó contra la piedra fría—. ¿Las damas suelen llevar armas en sus prendas?

Elevó su mirada y los ojos de Eleanor casi encendieron llamas a través de sus pupilas. El fuego en ellos era vivo e incluso podría haber sentido sus brazas cálidas de tan solo estuviera cerca de su rostro ahora.

—Creí que yo sería la que estuviera primero a sus pies Lord, o eso es lo que usted dijo.

El cuerpo de Draco se estremece ante el cambio abrupto de dirección y un hilo de deseo se forma en la base de su estómago. No sabe por qué lo siente, pero lo hace. Y aquel sentimiento envuelto en la irritación de su tan ambiciosa desobediencia es lo que mezcla sus sentidos y hace que pierda su propio control.

Porque no debía hacerlo... no debía deslizar su manos por el tobillo de ella pero lo hizo igualmente. Aún cuando su mente le gritaba que no lo hiciera. Que había sentimientos que debía seguir reprimiendo aún por más que deseara mandar todo al infierno y cernirse en ellos.

Pero Eleanor no se mueve de su lugar. Sus ojos están directamente sobre él mientras su piel se eriza ante su tacto.

Eso lo hace seguir con su movimiento, dibujando con la yema de sus dedos por su pierna al tiempo en que su mano asciende.

Desde su posición, puede ver el pecho de Eleanor subir y bajar de forma inconsistente y sus manos se cierran en puño alrededor de sus caderas.

Ella podría hacer algo ahora.

Maldecirlo. Empujarlo. Golpearlo. Lo que sea.

Pero no lo hace...

Incluso cuando su vestido se eleva hasta sus caderas, cuando Draco deja que su mano repose justo en el muslo de ella, elevando la tela para dejar ver la liga de cuero que presiona contra su piel. Aquella que luce brillante sobre su piel olivácea.

BROKEN SOULS, 𝙙𝙧𝙖𝙘𝙤 𝙢𝙖𝙡𝙛𝙤𝙮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora