47 | a la horca

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Quedaba algo más antes de que John y Olivia pudieran desaparecer, y ese era el pago que se le debía a John por su participación en el rescate de Charlie y Mason. La familia se congregó en la casa de Tommy, entró en su oficina y tomó asiento. Olivia se sentó al lado de John, su mano en su rodilla. No se sentía cómoda dejando a los niños en casa, pero Sarah, que había regresado de unas vacaciones en el campo, le había prometido cuidarlos bien mientras ella no estuviera.

—Antes de comenzar —comenzó Tommy, tan pronto como se hizo el silencio—, quiero que sepan que cometí un error. Cometí un error, y quiero pedirles disculpas. Arthur, me advertiste sobre involucrarme en negocios rusos. Y tenías razón. Dudé de tu esposa, y lo siento —empujando una pila de dinero hacia ellos, Tommy se negó a mirarlos a los ojos—. Linda, agregué tres mil con la esperanza de que me perdones.

Linda se puso de pie para recuperar su dinero—. Disculpa aceptada.

—Olivia, también dudé de ti —dijo Tommy.

—Ahora John tiene vidas inocentes en su conciencia —dijo Olivia con amargura—. Mi hijo casi muere por tu culpa.

—Sí, está bien Olivia, lo entendimos —la interrumpió John.

—No, ella tiene razón —dijo Tommy—. Y tú y Arthur deberán compartir esa carga —lanzó dos montones de dinero—. Pero espero que la casa que puedan comprar con esto se convierta en un lugar de contemplación —luego se giró hacia su tío—. Charlie, por las herramientas perdidas y los consejos de Curly —Tommy le arrojó un montón de dinero a su tío—. Johnny, por la comida y alojamiento —otro rollo de dinero fue lanzado hacia su amigo. Tímidamente, Tommy deslizó un rollo de dinero en efectivo hacia Lizzie, diciendo su nombre suavemente. Ella frunció los labios y se lo lanzó de vuelta. Ignorándola, Tommy se dirigió a su primo—. Michael, por los asesinatos. Cinco mil por el corte y cinco mil por disparar.

—No, Tommy —dijo Polly, poniéndose de pie.

—¿Qué? —exclamó Tommy—. ¡Dime! Esto es lo que soy —agitó el dinero en la cara de Polly—. Y esto es todo lo que puedo darles por lo que me dieron. Sus corazones y sus almas. Ayer casi pierdo a mi hijo y a mi sobrino —Tommy dejó el dinero y señaló a esta tía—. Deberías entenderlo. ¿Para qué? —Tommy golpeó el escritorio e hizo un gesto hacia el techo—. ¿Para qué? ¿Para esto?

Nadie dijo nada.

—Y sé que quieren que les diga que cambiaré. Que este maldito negocio cambiará. Pero aprendí algo estos últimos días. Esos bastardos son peores que nosotros. Políticos, los malditos jueces... son peores que nosotros y nunca nos aceptarán en sus palacios, sin importar lo legítimos que seamos. Por lo que somos. Por lo que somos y por dónde venimos. ¿No es así, Ada? —preguntó Tommy, dirigiéndose a su hermana—. Nuestra Ada sabe. Sabe mucho de la revolución. Y ella sabe que tienes que conseguir lo que quieres a tu manera. ¿Verdad, Arthur? Sí, así funciona, ¿no, John? —Tommy terminó y Michel se puso de pie.

—Así es —murmuró Michael, recogiendo su dinero.

—Así es, Pol —dijo Tommy, enderezándose y poniendo las manos en las caderas.

Polly negó con la cabeza—. Tommy, la pasaste mal. Lo entendemos. En otro momento —ella tomó el dinero de su hijo—, cuando nos recuperemos todos, me gustaría presentarle a la familia una vista alternativa del futuro de Shelby Company Limited. Una vista más esperanzadora.

Ada habló—. Que a mí, al menos, me gustaría escuchar.

Lizzie asintió—. A mi también.

Un silencio incómodo se apoderó de la familia Shelby hasta que Linda habló—. Vamos, Arthur. El tren al muelle sale en una hora. Luego tomaremos el barco a Nueva York y todo quedará en el pasado.

WILD EYES | John ShelbyWo Geschichten leben. Entdecke jetzt