23 | bienvenido a la familia

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—¡Liv! —gritó la voz de John—. Liv, ¿dónde diablos estás? 

—¡En donde me dejaste! —gritó Liv—. En la cama, idiota.

Era el día después de la gran reapertura del Garrison y Olivia tenía el día libre. Se había despertado con dolor de cabeza y supuso que era por el alcohol que había bebido la noche anterior. Después del altercado con su padre, John se había propuesto animar a Olivia, y cuando ambos estaban absolutamente borrachos, terminaron pasándolo muy bien, bailando toda la noche hasta que llegaron a casa a las tres de la madrugada.

—Ah, cierto —respondió John torpemente, antes de que el sonido de él subiendo las escaleras lo precediera irrumpiendo en el dormitorio—. Mira, sé que es tu día libre, pero hoy vamos a entrevistar a gente para un trabajo y Finn no sabe leer, así que te necesitamos allí para ayudarlo. 

—¿Por qué? —preguntó Olivia, tirando las sábanas y poniéndose de pie—. El único día libre que tengo en meses y tengo que ir a trabajar con resaca. 

—Oye, no fui yo quien decidió jugar con el maldito Arthur a ver quién bebía más —dijo John—. Sólo date prisa, ¿de acuerdo? 

—Bien —dijo Olivia—. Tienes suerte te amo.

—Lo sé —dijo John sonriendo—. Vamos.

Cuando Olivia se encontró en el Garrison con Finn, había una fila de chicos de ojos ansiosos que esperaban la oportunidad de pararse ante los Peaky Blinders y dar sus credenciales para impresionarlos. Sentada con Finn en el bar, Olivia bebió un vaso de agua mientras ayudaba a Finn a entender lo que había escrito.

Cada vez que un candidato potencial salía de la habitación, les daba su dirección a Finn y Olivia, quienes les agradecían por su tiempo y los despedían. Una vez que Olivia se dio cuenta de cuánto no sabía Finn, juró en ese mismo momento que le enseñaría a leer, aunque solo fuera unas pocas palabras.

Cuando el último hombre salió de su entrevista, Olivia terminó su bebida y le sonrió a Finn—. Bien, mañana por la noche vendrás a verme y voy a enseñarte a leer.

—¿Pero no es una pérdida de tiempo? —preguntó Finn. 

Olivia señaló la palabra "el" en el papel frente a ella—. ¿Qué dice? 

No pretendía ser condescendiente, pero Finn se sonrojó—. No lo sé. 

—Exacto —dijo Olivia—. Finn, leer y escribir no es una pérdida de tiempo. Deja que te ayude. Ni siquiera tienes que decírselo a tus hermanos. Podemos encontrarnos aquí o en algún lugar en donde no se enteren. 

—Siempre se enteran —murmuró Finn.

—No si tengo algo que ver con eso —respondió Olivia—. Vamos, Finn. Dale una oportunidad, y si no te gusta podemos parar. 

—Muy bien —dijo Finn—. ¿Suena bien mañana a las seis en punto? 

—Suena perfecto —dijo Olivia—. ¿Mi casa?

—Sí —dijo Finn. 

Los Peaky Blinders salieron de la habitación y John se dirigió directamente a Olivia—. Vamos, volveremos a lo de Pol. 

—Voy a reunirme con Isaiah —dijo Finn, poniéndose de pie—. Aquí está la lista.

Le entregó el periódico a Olivia y salió del pub. Una vez que se fue, Arthur se acercó riéndose—. Ese chico Hancock es gracioso. 

—¿Hancock? —preguntó Olivia—. Ah, ¿el de la pistola de madera? 

—Sí —dijo John—. Pero no se llama Harold Hancock. Es el chico Digbeth. 

WILD EYES | John ShelbyWhere stories live. Discover now