Pero Theo no era solo un hombre lindo. Había algo en su personalidad. Algo que emanaba en su forma de ser con los demás. Detalles que lo volvían un diamante único, precioso y exótico.

—Vaya, sí. Eso sí que ha sido un poco cursi. Pero en el buen sentido, tranquila —se mofó divertido, acercándose—. Sabes que siempre me han gustado todas esas metáforas al estilo de <<mi corazón se acelera cada vez que te veo>>. Tú me has probado que es real.

Lucy volvió a sonreír.

—Mi familia es bastante horrible, Theo. No quiero perderte después de este desastre.

—No vas a perderme. Lucy, esperé diez años por esto. ¿En serio crees que algo así va a espantarme? —bromeó—. Ven aquí —Él alcanzó sus labios. La besó como la primera vez que lo hizo, denotando la necesidad de sentirla, tras haber pasado diez años pensando en la forma en que se sentiría besarla—. He querido hacer esto desde que te vi esta noche —murmuró, ligeramente agitado. Ella se sonrojó. De pronto, su cuerpo fue atravesado por una ola de calor—. Deberíamos entrar.

Ella asintió. Sin embargo, se puso en puntas de pie y entre sonrisas, le proporcionó un montón de besos cortos.

—Sí. Entremos antes de que me arrepienta de estar aquí. Empiezo a pensar que... Que ahora mismo sería mejor estar a solas contigo en otro sitio.

Theo pensó en decirle que era una excelente idea, que podían marcharse en ese instante, que si ella lo quería, la llevaría a cualquier parte. Haría lo que quisiera. Cualquier cosa que le pidiera. Pero Lucy no le dio tiempo de replicar y se adelantó, dejándolo con el deseo encendido, vivo, a flor de piel.


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Notó que la decoración del interior del salón era bellísima. Ostentosa, pero bellísima en fin. La temática era <<invierno>>; había lucecitas por todas partes, flores blancas y pequeños adornos de cristal que simulaban copos de nieve. No pudo evitar pedir a Theo que se tomaran una foto, rodeados de las brillantes lucecitas. Imagen que, segundos después, Lucy pensó que tan intenso sería si la utilizaba como fondo de pantalla en su teléfono. O cuánto le gustaría compartirla en una red social -donde usualmente publicaba nada-, pero de repente se sentía el tipo de chica que necesitaba gritar su amor por todas partes.

—Oh, no. Allí están —Lucy giró, tomando el camino contrario. Theo la miró confundido—. Son mis padres.

—Deberíamos ir a saludar. ¿No?

—No. Deberíamos escapar.

—¡Lucy, querida! —exclamó su mamá—. Es un milagro que estés aquí.

Entonces, se dio cuenta que era demasiado tarde. Tuvo que presentarlos. Mónica, su madre. Hugo, su padre. Como lo imaginó, la mujer comenzó a desplegar su cuestionario, mientras su padre oía y cada tanto, aportaba algún comentario. Sin embargo, no fue tan terrible como lo imaginó o quizá era Theo que sabía sobrellevar cualquier situación utilizando sus encantos. Así que se tranquilizó, recogió una copa de vino que uno de los mozos le ofreció y se dedicó a beber pequeños tragos, mientras oía la conversación. En ese sentido, se parecía más a su padre. Pocas palabras, pero observadora.

Tras largos minutos que se hicieron eternos, el matrimonio se distanció <<regresamos en un momento>> exclamó Mónica, alejándose. De inmediato, Lucy liberó el aire contenido.

—Eso fue...

—Estuvo bien —aseguró Theo, tranquilo—. Tu madre es graciosa.

—Sí, puede ser —trató de relajarse. Aunque no por mucho tiempo—. No. Ahí están de nuevo —suspiró, frustrada—. Y con mis hermanos.

—¿Tres? —Theo la miró un tanto espantado. Los chicos se veían atléticos. Fornidos. Casi de su altura—. ¿Son del tipo <<si le haces algo a mi hermana, te partiré la cara>>? —preguntó. Parte en broma, pero también en serio.

—No, no te preocupes —alegó, riendo divertida—. Son más de <<gracias por quitarnos a nuestra hermana de encima>>.

Dylan, el mayor, fue el primero en presentarse. Era tan alto como Theo, aficionado del boxeo y mecánico. Fingía que la vida de su hermana no le importaba demasiado, pero mantenía la guardia en alto por si acaso. El segundo fue Noah, también era alto, aunque no deportista. No estaba seguro de qué hacer con su vida, se definía como un estudiante de música, pero en el fondo sabía que tarde o temprano lo dejaría. Por último, Benjamín. Acababa de finalizar el instituto, era tan solo un poco más bajo que el resto, usaba gafas y se definía como un lector apasionado. Era el más cariñoso, el único que abrazó a su hermana y murmuró <<te extrañamos en casa>>.

—Tú no eres Lucy —murmuró Noah—. ¿Qué hiciste con el harapiento ratón de biblioteca que no sabe lo que es peinarse?

—Tiene razón —intervino Dylan—. Lucy detesta el maquillaje. Mucho más bañarse.

—¡Idiotas! —bramó la chica, aunque intentó reprimir las carcajadas mordiéndose el labio inferior—. ¿Pueden comportarse por primera vez en sus vidas?

—Ya basta, chicos —ordenó Mónica—. Sean educados. No queremos que Theo piense que somos unos salvajes.

—Bueno, si vamos al caso, lo somos —descarado, Noah habló y se encogió de hombros.

—Mejor dicho, ustedes lo son —fue el turno de Lucy—. No me incluyan en su especie.

—Es cierto. Tú estás en una especie superior. Lo aprendimos de ti —Dylan apoyó a su hermano, mofándose de su acotación. Parecía que estaban en el tipo de batalla donde disputaban quien lograba hundirse más.

Aún así, Lucy sintió que se divertía. Tuvo la sensación de que volvía a casa y que, a pesar de todo, era capaz de conservar los buenos recuerdos. Aquellos momentos donde rompían en risas, bromeaban durante horas y mantenían la certeza de que podían molestarse pero al final, todo estaría bien.

Entonces, contempló a Theo que también reía y sintió que ahí, rodeados de personas, solo una mirada les bastaba para saber que los dos estaban pensando en lo mismo: se pertenecían el uno al otro. 


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NOTA DE AUTORA: Hola. Solo paso a dejar una advertencia. Disfruten mucho de los capítulos bonitos y llenos de romance. En serio. Disfruten. No quiero adelantarles nada, pero... </3.

¡Gracias por leer!

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Frágil e infinitoWhere stories live. Discover now