Negué lento con la cabeza. Por lo que Eliot soltó su tenedor en el plato para limpiarse la boca con agresividad.

—Audrey... —Iba a decirle que no me llamara así, pero continuó para callarme—, ¿cómo te hago entender que Callie Elton está muerta? —discutió, marcando esa palabra muy despacio para que concibiera sus implicaciones de una vez por todas.

—¡No lo estoy!

—¡Lo estás para ellos!

—Pero si le explico... ella entenderá y...

—¿Te recibirá con los brazos abiertos?

—¡Sí!

—¡No seas ingenua!... Entiende que tú ya cumpliste un ciclo en su vida, no le destruyas su felicidad.

—¿Felicidad? ¿Cómo va a estar feliz si estoy muerta?

—¡Está bien! Su felicidad futura. No toda su vida va a estar llorando tu muerte... ¡Ella tiene que seguir!

—Eliot, yo era lo único que tenía... ¡No quiero que sufra!

Eliot aventó la servilleta que ya había hecho bola. Se levantó y caminó de un lado a otro con la mano en la frente; lo vi muy agobiado.

—Tu tía está embarazada... ¡Satisfecha! —me gritó el secreto con molestia—. A Casey se le escapó cuando habló conmigo.

No podía creerlo, pero cuando me quedé pensando en esa noticia, recordé que mi tía se había visto muy sospechosa los últimos meses. Casi no estaba en casa cuando la llamaba o visitaba los fines de semana, y cuando me comunicaba a su celular, me daba excusas que me parecían extrañas, siempre había una susurrante voz masculina de tras fondo.

También recordé que el día de ayer, antes de salir a confrontar a Eliot con la verdad, mi tía me había hablado para preguntarme si podía visitarla en estos días. Tenía una sorpresa para mí.

Cerré los ojos para acompañar al agobio que me debilitó. Me sentí mal por haber sido tan cortante con mi tía. De seguro, se moría de la emoción por darme la noticia y a mí solo me importaba descubrir a Eliot.

—Si quieres a tu tía, no le des esta carga que trae nuestra vida.

«¿La muerte podría destruir una nueva vida?... ¡No, no lo permitiré!», decidí.

—Está bien, pero... ¿Puedo verla, aunque sea una última vez?... ¡Por favor! —pedí más calmada.

Eliot meditó mi petición por un minuto.

Tenía que dejarme verla, no podría estar tranquila hasta despedirme de ella de alguna manera.

—Bien, iremos a tu entierro después de que recojas tus cosas.

—¡Gracias! —exclamé, arrojándome a sus brazos.

Dudó en responderme el abrazo.

—Espero que con esto aceptes tu nueva vida —advirtió muy serio a mi oído—, o va a ser un infierno vivir contigo —agregó con burla.

Eliot pasó el resto de la tarde preparando sus papeles para su renuncia y buscando una casa en Barcelona por internet. Mientras que yo estuve echada en el sofá disfrutando la pantalla plana, viendo cuanto documental o película me ponían en donde se mencionara a la muerte. Estaba un poco obsesionada con el tema.

No sé en qué momento me volví a quedar dormida. No soñé nada, pero al rato sentí que me movían del sillón para llevarme cargando hasta lo que sentí como la cama, luego una reconfortante caricia recorrió mi cabeza.

El Recolector: Fuera de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora