44. Milagro

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Los nervios que preceden a la gala de premios se notan en los ensayos previos de la banda. Notas erróneas, fallos de letra y algún que otro gallo hacen acto de presencia varias veces a lo largo de la tarde.

El ambiente en general está cargado de tensión y ansiedad. Por lo que, durante los descansos, los integrantes del grupo se dedican a corretear de un lado para otro en un intento en vano por calmar sus nervios. Todos excepto Agoney, cuya técnica de relax se basa en quedarse sentado en una butaca para observar el móvil.

Raoul no es capaz de entender el comportamiento de su pareja, sobretodo teniendo en cuenta la situación tan particular en la que solo ellos se encuentran.

—¿Cómo puedes estar tan tranquilo? —Se escandaliza el menor, incapaz de dejar de dar vueltas en círculos por la sala—. Mañana son los premios y no tenemos traje, Miriam nos va a matar.

—Relájate, ya se nos ocurrirá algo —lo tranquiliza en vano su pareja, prestándole más atención a su móvil que al desquicie contrario.

—No me puedo tranquilizar porque ella nos dejó bien claro que teníamos que ir arreglados y nosotros le dijimos que no se preocupara, que ya teníamos el traje. Y por si no te has dado cuenta... ¡No tenemos nada! —Grita presa de la ansiedad el rubio, a la par que se sujeta la cabeza con ambas manos—. Vamos a morir, vamos a morir, vamos a morir...

—Ra.

—No, es que la hemos cagado muchísimo.

—Ra...

—Tendríamos que haber esperado en esa tienda de mierda. Nos insultaron, pero al menos tendríamos traje y conservaríamos nuestras vidas.

—Ra —insiste..

—Y no me digas que estoy siendo un dramático porque este es un problema muy serio.

—¡Raoul, coño!

El cabreo del batería rebaja los niveles de estrés del catalán hasta el suelo. Quizás se ha pasado de intenso... Sea como sea, decide callar y, al fin, escuchar. Por lo que, con un simple gesto de cabeza, le da paso a su chico para hablar.

—Creo que en estos momentos tenemos un problema bastante más grave que el no ir arreglados a unos premios de música —asegura el insular mostrándole su teléfono a su novio.

Agoney se maltrata el labio con nerviosismo a base de mordiscos mientras deja que Raoul termine de leer el tweet. Sabiendo como es su chico, no le sorprende ni un poquito el tono blanquecino que luce su piel una vez le devuelve el móvil.

—Tenemos que hablar con Miriam —sentencia el batería.

—No, por dios. Podemos solucionarlo nosotros.

—Ella sabrá que hacer —asegura el canario—. Las cosas ya no son como al principio, amor. Ahora tenemos que ir con más cuidado, llegamos a más gente, tenemos que ser más diplomáticos. No podemos actuar sin pensar en las consecuencias.

Al ver el rostro apagado del guitarrista, Agoney alarga su mano hasta la mejilla contraria para intentar animarlo con un par de caricias. Pese a la media sonrisa que se le escapa, porque el cariño del insular siempre lo va a motivar aunque sea un poquito, Raoul no mejora sus ánimos.

—Tú dijiste que a la gente le gustábamos siendo kamikazes —argumenta el menor en un suspiro—. A mí me gustas siendo kamikaze. Es una de las cosas que, aunque me sacaban de quicio al principio, me hicieron enamorarme de ti. No le tienes miedo a nada, eres natural y te importa una mierda lo que piensen de ti.

—Joder, Raoul, no me puedes hacer esto... —se muerde el labio el moreno, contenerse le resulta muy difícil si su chico le habla de enamorarse de él.

LAGUNA AZUL (Ragoney)Where stories live. Discover now