41. Cadenas

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A Agoney no le quedan más uñas cuando la puerta de la habitación del hotel se abre de par en par. Menos mal que no es guitarrista. Quien sí lo es, es la persona que cierra con suavidad la puerta antes de dejarse caer sobre la cama de matrimonio en la que el canario ha desatado el más absoluto caos. Ninguno de los dos parece haber procesado del todo lo ocurrido.

El moreno, sabiendo que no está en posición de arriesgarse a dar un paso en falso, decide que sea Raoul el primero en dar señales de vida.

Tras masajearse la sien clamando paciencia, el catalán decide suavizar la tensión del ambiente incorporándose en la cama y besando los labios de su novio a modo de saludo.

Gesto que consigue serenar los latidos de Agoney al instante.

—¿Qué coño has hecho, ratita? —Se frota los ojos con ahínco el menor.

—Oye, sé que parece el fin del mundo —Raoul no puede evitar soltar una risita irónica ante el juego de palabras con el título de su canción—, pero podemos continuar como hasta ahora. La gente ya lo sabía, Ra. Podemos simplemente seguir haciéndonos los locos.

—No tiene ningún sentido después de lo que has cantado, amor —suspira algo derrotado el guitarrista—. Quizás lo más inteligente sea contarlo y ya está.

—No quiero que hagas algo si no estás preparado.

Los dos chicos permanecen en silencio. Tal vez no saben qué decir o igual sí lo saben, pero no están listos para asumir los riesgos. Nunca habían percibido esa sensación como algo tan grande hasta ahora, que se encuentran al borde del precipicio.

—¿Tú estás mejor? —Cambia de tema Raoul posando la mano sobre la frente del contrario.

—Raoul... —insiste el tinerfeño agarrando la mano ajena, que reposa en su frente, para cobijarla entre las propias—. ¿Qué vamos a hacer?

—¿No está claro? —Frunce el ceño el catalán—. Hay que contarlo, lo hablaremos con Miriam si hace falta para ver qué es mejor y...

—No hay por qué contar nada si no quieres.

—No sé qué será lo más beneficioso para el grupo, quiero consultarlo con Miriam —repite con un nudo en la garganta el guitarrista.

—Deja de pensar en el grupo, ¿qué quieres tú? —inquiere Agoney clavando su mirada de lleno en la contraria.

—¿Qué importa lo que quiera yo?

—Por supuesto que importa, es lo que más importa de hecho —afirma sin vacilar el canario.

—Si no te ha importado a ti que eres mi pareja, ¿por qué le iba a importar al resto?

Las palabras envenenadas de Raoul dan de lleno en el pecho del batería. Agoney, sin embargo, recibe el dardo con gusto sabiendo que no tiene ningún derecho a reclamarle nada. El rubio le pidió discreción y él no se la ha sabido dar.

Aunque le duela, su novio tiene toda la razón.

—No es que no me importe lo que tú quieras, aunque haya dado esa imagen.

—¿Entonces? Esa canción es lo más bonito que alguien ha hecho por mí jamás y te la agradezco de corazón—reconoce el menor sintiendo como la presión en el pecho va en auge—. Pero podrías habérmela regalado por Navidad, en mi cumpleaños, o una noche cualquiera estando los dos juntos. ¿Qué coño pretendías hacer cantándola en un directo con miles de personas? Eso no lo has hecho por mí, Agoney.

—Tampoco por mí, si es lo que sugieres.

—No sugiero nada, pero comentármelo no habría estado de más —empieza a enervarse el rubio—. "Oye, Raoul, que pienso contarle a todo el mundo que estamos saliendo, ¿te parece?"

LAGUNA AZUL (Ragoney)Where stories live. Discover now