23. Transparente

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Antes de tumbarse por completo en su cama, Agoney se pone sus cascos y sube al máximo el volumen del teléfono. Mueve los pies al ritmo del último tema que ha sacado una de sus cantantes favoritas. La joven, a sus 22 años, se ha convertido en toda una promesa de la música española llegando a colaborar con todo tipo de artistas internacionales. Pese a que muchos critican la vía que ha tomado en su carrera, el canario piensa que es la decisión más inteligente a tomar teniendo en cuenta como funciona la industria.

Además siendo sinceros, aunque comercial, su música es muy buena y a la chica se la ve realmente cómoda con el rumbo que ha tomado. En su opinión, eso es lo principal a tener en cuenta en un mundo como el de la música. O bueno, en cualquier mundo en realidad.

El batería tararea en voz baja el último verso del estribillo, soñando con alcanzar un público tan fiel como el de la cantante que escucha, cuando un almohadazo le hace abrir los ojos de golpe. Está a punto de atentar contra quien haya osado irrumpir en su momento de desconexión, pero ve la imagen de un Raoul tímido y risueño y sus músculos dejan de obedecer órdenes, haciendo que simplemente se incorpore su cuerpo en el colchón.

-¿Qué haces? -susurra sin poder evitar que se le escape una media sonrisa involuntaria.

-Se me ha ocurrido una melodía guay y he pensado que tenía que consultarlo contigo antes de hacer nada con la canción -explica el rubio tomando asiento a su lado-. Si me pasas los cascos, te la pongo que la tengo aquí grabada.

-Sí, claro -asiente el insular desconectando los auriculares de su móvil para conectarlos en el otro-. Gracias por tenerme en cuenta.

-Bueno, es un trabajo en equipo, ¿no? -El menor intenta disimular su sonrojo, buscando la pista de audio.

-Lo es.

Y, sin poder retener más las ganas, Agoney inclina ligeramente su cuerpo para besar la cálida mejilla del contrario antes de ponerle atención a la melodía que le muestra el guitarrista. Como si no hubiese hecho nada, el tinerfeño vuelve a centrar su mirada en la pantalla del teléfono de su compañero. Pero sí ha hecho. Ha hecho que todo el cuerpo de Raoul se revolucione con un único gesto.

Los dos chicos han llegado a un acuerdo en el que ni se fuerzan ni se reprimen. Por lo que, aunque cada vez es más abundante la cantidad de mimos y roces que le propina Agoney, Raoul no se ve obligado a corresponderlos. Aún así, la ausencia de ese tipo de cariño a lo largo de toda su vida hace que los besos en las mejillas y las caricias sigan siendo un agente extraño al que su cuerpo reacciona poniéndose en tensión o en guardia.

Sin embargo, sólo necesita la sonrisa conciliadora del batería para volver a calmarse.

-Joder, chiquitín, es la hostia -asegura el mayor quitándose el auricular y volteándose para mirar al contrario.

-¿En serio?

Ahora es el catalán quien alza la mirada, haciendo que sus ojos se queden fijos en los de Agoney.

Luz y oscuridad se funden por momentos, creando un equilibrio tan íntimo como perfecto. Sus corazones laten desbocados, intentando asimilar la magnitud de toda la información que encuentran en las pupilas contrarias. Y es que, pese a ser luz, Raoul siente que el brillo que desprende la mirada contraria lo deslumbra por completo; y, siendo él oscuridad, Agoney no duda en perderse de lleno en el abismo de los ojos del menor.

-Sí, es increíble -asegura el canario lejos ya de referirse a la canción.

-Sí...

-Hey, parejita, ¿qué hacéis?

La voz de Roi vuelve a traerlos al mundo real, obligando al rubio a separarse ligeramente y, lo más importante, a que ambos dejen de comerse con la vista.

LAGUNA AZUL (Ragoney)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora