37. Firma

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Los ensayos de cara al concierto de Madrid no pueden ir mejor. Tras el éxito de su primer concierto junto a Aitana, los integrantes de Laguna Azul se han visto envueltos en una espiral de energía y motivación desmesurada.

Por si esto fuera poco, antes de desplazarse a la capital española, el grupo tiene una última actividad pendiente en Barcelona. El pecho del canario se revoluciona de más sólo de pensarlo. Raoul, tan exaltado como él pero mucho más acostumbrado a esconder sus emociones, decide darle conversación a su novio con la intención de distraerlo y disipar su nerviosismo.

—¿Has practicado tu firma? —Pregunta risueño a la par que deja un beso de buenos días en la mejilla del mayor.

—¡Mierda! Sabía que me olvidaba de algo —Maldice el batería llevándose la mano a la frente y empezando a desenredarse los bucles con los dedos a modo de tic nervioso.

Y bueno, puede que su estrategia para calmar a Agoney no haya salido como Raoul esperaba.

—Eh, eh, eh, relájate, amor —suaviza su tono el catalán, posando con cuidado sus manos sobre los hombros de su chico—. Era una broma. Esa gente te admira, podrías firmar poniendo una simple raya que van a chillar igualmente.

—Es que es nuestra primera firma de discos, Ra —suspira algo abrumado el insular, dejándose caer sobre la silla de la isla de la cocina—. ¿Cómo no estás histérico?

—Ya sabes cómo soy, que lo lleve por dentro no significa que no lo sienta —se encoge de hombros el guitarrista terminando de preparar una tostada de aguacate para pasársela después al contrario—. Toma.

—Gracias —hace un puchero el moreno enternecido con el gesto del pequeño—. Vamos que te haces el duro, pero por dentro estás temblando tanto como yo.

—Básicamente —termina asintiendo el rubio, pues ha aprendido recientemente que con Agoney no debe esconder nada.

—Awww —el mayor se levanta de la silla para envolver con sus brazos a Raoul—. Mi niño que está chiquito.

—¡Pero si tú estás peor que yo! —Se defiende el catalán tornandose del color de los tomates.

Entre risas, Agoney regresa a su sitio en la mesa para terminar de desayunar. Es cuando Raoul está convencido de que ha ganado la discusión, que el canario vuelve a la carga.

—En realidad, por muy mal que me veas ahora, sé que cuando estemos sentados en esa mesa, firmando, delante de toda esa gente, voy a estar viviendo mi mejor vida —asegura con una amplia sonrisa el batería.

Raoul se inclina sobre la mesa para retirar una pequeña mancha de aguacate de la comisura del contrario antes de seguir hablando.

—¿Por qué estás tan seguro?

—Porque es mi sueño desde que tengo uso de razón... y porque tú vas a estar ahí, conmigo.

—Idiota...

—Voy en serio —ríe Agoney ante la peineta de su novio—. Sois mis dos cosas favoritas juntas, ¿por qué iba a salir mal?

Raoul suspira intentando contener la sonrisa.

—Me he perdido, ¿no estaba yo animándote a ti? —Entrecierra los ojos el menor—. ¿En qué momento hemos intercambiado papeles?

—En el momento en el que te pillé volviendo a ser la ratita escurridiza que no muestra sus emociones —responde el tinerfeño abalanzándose sobre el otro chico para presionar con mimo sus mejillas—. Aquí si hace falta que estemos desquiciados los dos, lo estamos. Ya nos las apañaremos para tranquilizarnos.

LAGUNA AZUL (Ragoney)Where stories live. Discover now