Capitulo 28

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Amelie

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Amelie

Leonora no me quita la mirada de encima desde que me he sentado en el mesón. Mira a Clarice y después de unos segundos habla.

—¿Vas a comerte todo eso? —pregunta anonadada mientras dejo otro plato desocupado.

—Si —le contesto—. ¿Qué tiene de malo?

—Nada, solo que este es el tercer plato que te comes de patas de pollo.

Miro a Clarice, sabía que mantener mis repentinos antojos ocultos de todos no sería tarea fácil, menos para alguien como mi amiga.

—Es que le ha quedado delicioso a Clarice —me encojo de hombros—. Tú también te has comido un buen plato de su guiso, y no te he dicho nada.

—Bueno es cierto, pero es porque me la he pasado como mula de carga en el establo, la hermana del rey no ha dejado de pedir que le cambien la paja a su caballo favorito—. ¿O cómo debería empezar a llamarle? ¿Su alteza real? —se burla.

Me suelto a reír con Leonora.

—Mejor guárdate la lengua para no decir esas niñadas en presencia de la princesa, o puedes llevarte un buen castigo —el refuta Clarice.

—¿Peor que el estar bajo el sol cargando con la paja? —se queja—. Por cierto Amelie, he encontrado la solución para que tu cabra no siga comiéndose las flores de su majestad, he hecho para ella una cerca y la he decorado con flores, muy ingenioso ¿cierto?

—Gracias Leonora, por cuidar de Alita y preocuparte por ella.

—Esa cabra se ha ganado mi corazón —sonríe.

—Es que ella es muy especial, ¿cierto Alita? —la acaricio y la abrazo con dulzura mientras ella se queda quieta sobre el suelo.

Los hombres irrumpen en la cocina de repente, seguidos de la figura de aquella mujer de cabellos rubios.

—Su alteza —Clarice se reverencia ante la hermana de Kyrios y Leonora y yo la imitamos.

—Clarice, pide a las criadas que preparen un banquete hoy, he organizado una pequeña reunión con mis amigos más cercanos.

—Si alteza.

—Y también recálcales que no suban uvas a mi habitación, las odio.

Clarice asiente a lo que ella ha dicho, Melibea fija su vista en mi cabra y arruga su frente.

—¿Qué hace ese animal aquí? —protesta—. Ordena a que la lleven al establo o sacrifíquenla.

—Es mía alteza —le respondo.

Ella fija su vista en la mía, me observa de arriba a abajo.

—¿Quién eres tú? ¿Por qué no te he visto antes?

—Mi nombre es Amelie, soy la pianista del rey y este animal me pertenece.

—Con que tú eres la pianista de mi hermano..., de igual forma, no puedes dejar que ese animal este en la cocina. Este no es un palacio que acepte animales de criados.

Melodías para el ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora