Capitulo 6

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Amelie

Me quedo esperando a que el rey Kyrios regrese. He terminado aceptando a regañadientes su ayuda porque no quiero escucharlo de quejarse de nuevo como le desobedezco.

- Es ella.

Kyrios aparece de la nada junto a otro hombre mayor que deduzco es el médico.

- Tu debes ser la señorita Granger - sonríe el hombre -. ¿Puedes mostrarme tu herida? -pregunta.

- Ya le he dicho a su majestad que es algo muy pequeño y de poca importancia -respondo.

- Amelie - gruñe Kyrios manteniendo su vista fija en la mía-. Has lo que te pide el médico.

Bufo.

- Es aquí - muestro mi herida. El médico observa mi piel y me pide luego ir a una de las habitaciones para ser mejor atendida.

Soy conducida a una alcoba cerca del salón de música, el médico examina minuciosamente mi quemadura y hace algunas preguntas, después de eso recomienda que use un ungüento especial por algunos días.

Algo que podría ser curado a la perfección con hierbas pero el rey es un caprichoso que no acepta un No por respuesta.

Y contra la corriente de un río no se puede nadar en contrario.

- He terminado mi trabajo su majestad - articula el médico una vez sale de la alcoba y me deja sentada sobre la cama.

- Muchas gracias doctor -responde Kyrios-. Los guardias le darán su pago.

El hombre asiente y nos deja solos. Me levanto de la cama con la intención de ir hasta la puerta pero Kyrios me detiene.

- Quédate ahí -me ordena.

Cierra la puerta a sus espaldas y se acerca hasta donde me encuentro.

- Tu necedad no te va a llevar a ningún lugar -replica-. Has lo que te ha dicho el médico y no vuelvas a ser torpe en tus labores.

- Lo siento su majestad, parece que ha hecho una muy mala inversión conmigo.

Él dibuja una sonrisa en su rostro. Es la primera vez que lo veo sonreír, y no niego el hecho que se ve demasiado atractivo.

¿Pero que mierdas pienso?

- Soy un buen inversionista señorita Granger, no dude de eso.

- ¿Ya puedo irme? La señora Clarice debe estar necesitandome.

- Tomate el día de hoy.

¿Que acaba de decir? No puedo creer que tal cosa salga de él y tampoco voy a dejar que marque diferencias entre los demás empleados y yo.

- Puedo continuar perfectamente mis labores majestad -me levanto de la cama con determinación.

- Y yo he dicho que te tomes el día -alega.

Ruedo los ojos.

- Su majestad no quiero que existan preferencias conmigo, cumpliré con mi trabajo. No debería preocuparse por una simple criada que le sirve.

Él me mira incrédulo.

- Siempre estás a la defensiva -lo dice furioso-. No sé ni porque tengo consideraciones contigo. Tienes razón no debería de preocuparme por lo que le suceda a una sucia criada que apesta a cerdo y gallinas.

Yo si entiendo las razones por las que se comporta así.

La única razón por la que se preocupa es porque no puede dejar que su pianista enferme y lo complazca con música cuando le venga en gana.

Melodías para el ReyWhere stories live. Discover now