El rey Kyrios de Gratea es conocido en todo el reino no solo por su fuerte temperamento también por su forma cruel de gobernar, todos le temen y nadie se atreve a ir en contra de sus leyes, pues quien lo haga lo pagará muy caro.
Amelie, es la hija...
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Kyrios
Caigo a un lado golpeándome contra el suelo, la ira acumulada desde hace mucho explota y termino abalanzándome sobre Williams, doy un golpe tras otro con mi espada.
Él me pide que me detenga, no lo hago. Golpeo, una y otra y otra vez.
- Basta, basta –escucho su voz cargada de angustia mientras se mete en el medio.
Amelie se ha interpuesto entre los dos. No mido mis acciones y un golpe termina arrojándola a un lado.
Me detengo. La he lastimado.
- Amelie –pronuncia Williams y se pone de pie para correr hasta ella.
Mis ojos se centran en la figura de ella intentando recuperarse mientras se levanta del suelo.
- Estoy bien, estoy bien –le dice a Williams que furibundo pone su vista en la mía.
- ¡¿Qué demonios te sucede Kyrios?!
Me quedo estático. Miro mis manos, hay sangre. Me miro el cuerpo, estoy herido en alguna parte, hay manchones de sangre en mi camisa.
- Su majestad, ¿está bien' –un guardia corre en dirección mía.
Lo alejo con brusquedad de mi lado. Corro hasta donde esta Amelie.
- ¿Estas bien? –pregunto y ella me mira con horrores.
- Lo estoy –responde.
- Lo lamento mucho –extiendo mi mano para que ella la tome pero la rechaza.
- ¿Estás bien Benjamín? –le pregunta.
Aprieto mis manos haciéndolas puños.
Me quedo en silencio, los guardias me cubren con mis abrigos, me gritan que un médico debe verme, sé que la herida es superficial, no me duele mucho, pero no me preocupa nada de lo que me ha sucedido, me preocupa más que ella no se ha fijado en mí durante los últimos minutos. Solo se preocupa por él.
- Estoy bien bonita –le responde él.
Lo odio al instante.
- Me he salido de control capitán Williams, mis más sinceras disculpas a usted y a su novia.
- Estas completamente loco –gruñe él.
Amelie lo sostiene de su brazo pidiéndole que se calle.
- ¿Quiere que el medico la vea señorita Granger?
- No majestad, estoy bien. Debería mejor ir usted con él –me mira.
Asiento.
Me alejo del jardín rodeado de más de un hombre, me conducen a mi habitación y me hacen esperar al médico para que revise mi condición, pero lo que más deseo ahora es quedarme en el jardín y decirle a ella que jamás fue mi intención lastimarla, que solo han hablado los celos por mí o quizás no sean celos. Es la maldita sensación de aceptar que otro hombre puede llevársela lejos de mí y eso me enoja, me hace convertirme en un hombre que desconozco.
