49. Él es el verdadero dueño

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Amelie se negaba a contar los días que habían pasado desde aquella maravillosa noche que todavía le parecía un sueño del que odiaba haber despertado. No recordaba con exactitud cuanto tiempo habían estado en esa solitaria terraza simplemente abrazados, sintiéndose el uno al otro, como si le estuviesen robando unos preciados minutos al tiempo.

Tampoco tenía claro cuál de los dos había tenido el valor de alejarse primero o como logró volver a la fiesta y después a su casa; porque lo cierto es que todo parecía un borrón extraño luego de ese conmovedor momento prestado entre ambos.

No, en realidad no pudo regresar a la celebración, más bien había salido corriendo por un lateral de la antigua mansión donde se celebraba el evento y no se detuvo hasta llegar a la entrada principal y encontrar un taxi con el que marcharse lo más lejos posible allí.

Todavía no sabía cómo lo logró en la oscuridad y menos con aquellos zapatos altísimos que eran preciosos, pero increíblemente poco prácticos. Sin embargo, tenía claro que no podía detenerse hasta estar en otra parte que no fuera ese sofocante lugar cargado de tentaciones imposibles de satisfacer.

¿Por qué las cosas tenían que ser tan complicadas ahora? ¿Por qué no podía simplemente disculparse con él decirle que lo seguía queriendo y que por favor regresara con ella? Solo abrirle su corazón y ya está, todo solucionado.

Sencillo, porque Nick ya había pasado página con otra.

Así que ahora estaba sola, con un montón de dolorosos y a la vez bonitos sentimientos con los que no sabía que hacer; porque no quería perderlos, pero tampoco podía conservarlos sin acabar volviéndose loca por el sufrimiento.

Aunque... si lo pensaba un poco Nicholas también estuvo ahí con ella, inamovible, sin soltarla. Después de todo solo se habían separado al oír las risas de varios invitados que salían también a disfrutar de la noche, como si estuvieran haciendo algo malo o indebido; ambos salieron corriendo en direcciones diferentes y ninguno se detuvo hasta sentir que estaban a una distancia segura.

¿Significaría eso algo? ¿Su adorado Señor Ojos de Piscina todavía guardaría una parte de ella en su corazón que podría ayudarla a recuperarlo? ¿O sería simplemente él dándole un poco de consuelo y siendo buena persona?

De la forma en que se había comportado con el pobre hombre seguro que sería eso último y la verdad es que tampoco merecía más. Porque mientras él se había comportado siempre noble, sincero o amable, ella había sido una tonta miedosa que tuvo un tesoro entre los dedos pero que al final lo estropeó todo.

— ¡Estas distraída Ami! — Se quejó la pequeña Emma sentada cerca de ella en el suelo trayéndola bruscamente de vuelta a la realidad. — Se supone que estamos ocupadas con tu limpieza anual, hay muchas cosas que hacer. ¿En que estabas pensando? — Preguntó, aunque ya suponía que ella estaría pensando en el Príncipe Nick no dijo nada.

Eso parecía ser lo único que la pobre Amelie hacía últimamente, además llevaba mucho tiempo triste por él, no entendía por qué no volvían a estar juntos y ya estaba; papá decía que las cosas no eran tan simples como parecían, pero ella no le creía. El Príncipe era bueno y quería a Ami, a ella le pasaba lo mismo y además estaba triste porque estaban lejos, todo eso se solucionaría si estaban otra vez juntos.

Lo único que Emma veía complicado en todo eso era que ellos estaban separados.

Tendrían que hacer como ella y Hunter, el entrometido niño un año mayor que vivía en el piso de abajo, cada vez que peleaban la abuela les obligaba a darse un abrazo, compartir una golosina y a seguir jugando ¿por qué no podían hacer ellos lo mismo?

¿Me voy a Marte o me quedo contigo? [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora