9. ¿Me resguardo o me mojo?

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— ¡Vamos chicas! i Espaldas al suelo y caderas arriba! ¡Arriba! ¡Abajo! ¡Arriba! ¡abajo! 

Jeff, el monitor de gimnasia, marcaba efusivamente cada palabra al ritmo de la música. Mientras las chicas, a duras penas y torpemente, algunas incluso un poco distraídas, le siguen.

— ¿Ya has visto el comentario que te dejó en el video? Es bastante mono. — Le preguntó Bris en voz baja, mientras trataba de escuchar atentamente todas las indicaciones de Jeff. 

A Amelie no le hace falta preguntar a qué comentario se refiere, como si alguna de las dos pudiese pensar en otra cosa últimamente, sobre todo ella.

— Sí, lo he visto. ¡Claro que lo he visto! — Intenta hacer uno de los estiramientos marcados por el instructor, pero no lo consigue y desiste. Su cabeza está en cualquier otra parte, lejos de la clase. — No lo sé Bris, sigo pensando que sólo está siendo agradable. — respondió sin prestar mucha atención a las directrices que les estaban dando.  

Se quedó acostada donde estaba, sobre la plana colchoneta roja. Dejando que los delicados y traviesos rayos de sol, que que conseguían colarse suavemente entre los árboles, le diesen en la cara dibujando formas inventadas en ella.

— ¿Y hasta cuando vas a esperar para averiguar si es eso, como dices, o si por el contrario el chico va enserio?

— Tampoco lo sé. — Contestó desanimada. — El otro día iba a enviarle un mensaje privado para preguntárselo, pero al final no me atreví a hacerlo. No sabía que ponerle sin sonar idiota o desconfiada.

— ¡Que tonta! ¡Escríbele y ya está! Ponle cualquier cosa, lo que sea y deja de darle tantas vueltas. — Bris continuaba intentando seguir los ejercicios, pero estaba tan distraída que solo conseguía hacer posturas más bien extrañas y sin sentido. — Yo creo que él va en serio, así que le dará igual lo que le envíes. No pensará mal ni nada de eso.

— A ver, ¡las dos charlatanas del fondo! — Les dijo Jeff a Bris y Amelie. — ¿Se centran en la clase? por favor. Están bastante dispersas hoy, bueno, más de lo normal diría yo. ¿Qué les pasa? — Se acercó a ellas sonriendo de oreja a oreja y con la curiosidad pintada en la cara. — No estarán hablando del encantador Nicholas, ¿no? Porque ser así sigan hablando, pero en voz alta. ¡Queremos enterarnos!

— ¡Ay sí, cuéntanos! ¿De verdad vas a salir con ese Dios del Olimpo? — preguntó Jane, una de las mujeres con las que compartían la clase, seguida rápidamente por Pam, otra de las que estaban allí.

— ¿Cómo lo conociste? ¿Todo eso es real? ¡Ahhh! ¡Espera un momento! — gritó Pam de manera dramática llevándose una mano en su amplio pecho. — ¿Todo esto no será parte de un montaje de esos que les gustan en Hollywood, para luego anunciar quién será Steve Russell? Porque sinceramente para mí no hay nadie mejor que Nicholas Collins para ese papel. ¿Te inspiraste en él? La verdad es que él es a quien me imagino cuando leo tu libro. 

Las otras mujeres asintieron conformes, como dándole la aprobación a sus palabras. La clase deportiva estaba ya completamente olvidada.

Pam, una cuarentona divorciada y con dos niños, bastante lista y aficionada a las novelas, fue precisamente quien había descubierto el libro de Amelie y se lo había presentado al resto del grupo. Le gustaba contar por ahí que ella conocía a la autora, incluso que eran amigas, además se jactaba de ser la fundadora de su club de fans. 

Y en cierto modo lo era. Ese grupo tan variopinto de mujeres, con las que se entrenaban un par de veces a la semana desde hacía varios años, fueron de las primeras en demostrarle su apoyo y llenarla de halagos por su trabajo.

— ¿Ya viste el comentario que te dejó? Te llama mujer especial — Suspiró Allana, una de las más jóvenes del grupo, con cara de soñadora.

— ¡Dejen de agobiar a la pobre muchacha con tantas preguntas! ¿No ven que no le dejan hablar? — Margo, una mujer bastante mayor y con un estado físico envidiable, se acercó más a ella para poder hablar mejor y poner un poco de orden. — No te preocupes por la cita cariño. Eres una muchachita encantadora y le volverás loco simplemente siendo ti misma. Ya lo verás, aunque te suene a cliché, es la pura verdad, hazme caso. — Le dijo con su característica voz cargada de tranquilidad y sabiduría.

¿Me voy a Marte o me quedo contigo? [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora