—Gracias —expresó Lucy, tras recibir la taza que él extendió—. No tenías qué hacerlo.

Seguía tan atento y considerado, como de costumbre. Suspiró, sintiendo que la vida estaba siendo amable con ella. En su primer caso de las pasantías, le tocó trabajar con quien supo ser una de sus personas favoritas. Aún lo era, tal vez.

—Sé cuánto amas el café, Lucy. No tienes que fingir conmigo —expresó, relajado.

Ella sintió sonrojarse. Le costaba creer que él pudiera recordarla con tanto cariño. Acunó la taza entre sus manos, percibió el calor agradable que desprendía, junto a uno de sus aromas preferidos. Seguido, bebió un sorbo. Parecía que llevara una eternidad añorando aquello, aunque solo fueran horas.

—Y bien, háblame del caso —pidió, cambiando de tema. Apartó la taza, sacó una libreta y un bolígrafo, dispuesta a tomar apuntes—. ¿Por qué solicitaste servicios sociales?

—Mía apareció horas atrás, sola. La encontré durmiendo en la sala de espera. Está asustada y débil. Presenta indicios de negligencia física, emocional y maltrato infantil —indicó con cierta crudeza, típico de un profesional que lidia a menudo con ese tipo de casos—. Necesito que investigues su situación sociofamiliar.

—De acuerdo —apuntó—. ¿Has podido hablar con ella?

—Aún no. Estoy esperando el momento indicado para indagar más —contestó. Entonces, Lucy lo contempló como quien aprecia una obra de arte. Algo fuera de este mundo. Digno de admiración. Theo acabó sonriendo porque, diez años después, Lucy seguía perdiéndose en las nubes—. Hey, ¿estás bien?

—Sí, sí —se apresuró a responder, apenada—. Es solo qué... ¿Cómo lo haces? Me refiero a lo de trabajar con niños —entrelíneas, pidió un consejo. Tenía los ojos cristalizados por el hecho de que ese tipo de casos, tocaban sus fibras sensibles.

En realidad, no se necesitaba demasiado para alterar la sensibilidad de Lucy. Podía llegar a ser muy susceptible. Amaba y odiaba ese rasgo de su personalidad en partes iguales.

—Es duro, sí —admitió—. Pero los menores necesitan de alguien que defienda sus derechos y se ponga de su lado. Alguien tiene qué hacerlo ¿no? —agregó, para restar un poco de tensión. Theo tenía esa especie de sabiduría que le permitía moverse de una manera racional.

Lucy estaba a punto de responder: <<Todo esos niños son muy afortunados de tenerte o mejor dicho, cualquier persona que te conozca es muy afortunada por tenerte en su vida>>. Pero el buscador de Theo chilló, un sonido intermitente que inundó hasta el recoveco más pequeño de la habitación. Él se puso de pie de inmediato, observó que el llamado provenía de Carol, la enfermera, y lo solicitaban del sector urgencias. Apresurado, se despidió de Lucy y se marchó.


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Mía se cruzó de brazos, desconfiada. No quería que esa enfermera se acercara a ella de ninguna forma, a pesar de que le explicó una y mil veces que no le causaría daño. Solo quería extraer un poco de sangre y de hecho, indicó cada paso que realizaría. Enfurruñada, pidió por Theo. <<Él dijo que se quedaría conmigo>>, expresó con el ceño fruncido y el semblante tembloroso, temiendo que él hubiera mentido solo para ganarse su confianza.

Su rostro se iluminó cuando lo vio aparecer en la sala.

—¡Theo! —sonrió, a pesar de las circunstancias.

—Hey. ¿Te sientes un poco mejor?

Ella dudó, balanceando la cabeza hacia los lados.

—¿Te encargas tú? —consultó Carol, a lo que el contrario asintió.

—Yo me ocupo.

En un parpadeo, Mía cambió de actitud. Persiguió los movimientos del médico a medida que se aproximaba, extendió el brazo tal como él se lo pidió y no sintió miedo cuando le colocó la aguja casi invisible sobre la piel, para realizar la extracción. Apartó la mirada, cerró los ojos y pensó que Theo tenía alguna clase de superpoder porque lo hizo demasiado rápido. Apenas lo sintió, fueron como diminutas cosquillas.

—¿Eso dolió?

—Nada —admitió, más tranquila.

—Parece que alguien se portó muy bien y merece un premio, eh —se cruzó de brazos, observando a Mía con ternura—. ¿Qué te gustaría?

Ella bajó la mirada, un tanto avergonzada. Había algo que deseaba demasiado, pero no estaba segura de sí podía pedirlo. En su casa, no le permitían expresarse de ninguna forma. Simplemente debía acatar órdenes y aceptar lo que le daban.

—Yo... Uhm, tengo hambre —dijo en un hilo de voz.

Theo trató de no desmoronarse -como cada vez que oía o veía algo que lo estremecía- y afrontó la situación.

—¿Cuándo fue la última vez que comiste, Mía?

—Ayer —carraspeó.

—No te preocupes. Haré que te traigan algo delicioso. ¿Está bien? —ella asintió, nuevamente su rostro pareció llenarse de color—. También puedo traerte algo para que te diviertas. ¿Te gusta colorear?

—Es de mis cosas favoritas en el mundo.

Reconoció entonces, que ver esa serie de televisión sobre médicos que pasaban durante la tarde en el televisor que tenía en el sótano, había servido de algo. Los hospitales, efectivamente, eran un lugar seguro. La persona frente a ella, su refugio.

No recordaba la última vez que alguien la había tratado con ese cariño.


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NOTA DE AUTORA: Hola, ¿cómo están? Sí, me atrasé con las actualizaciones porque me enfermé, estoy con gripe y dolor de garganta :c Pero me estoy cuidando mucho para sentirme mejor pronto.

Además, les adelanto que se vienen buenas noticias... ♥ 

Gracias por leer y por su apoyo. Un abrazo :)

 Un abrazo :)

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Frágil e infinitoWhere stories live. Discover now