24. Aceptación.

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Había sentido ese dolor hace años. Era el olor de siempre, olía a hierro, tanto que entraba fuertemente inundando sus fosas nasales. Sabía como manejar esto y eran unos pocos pasos claves: dormir boca abajo y untar solución para las heridas para que no se infectaran. Lo más importante era no dejar que se infecten y que cicatricen a su tiempo, así no quedarían marcas muy fuertes. 

Cuando los diez castigos habían acabado, sintió unos brazos levantándolo del piso y ayudándolo a llegar a su habitación. Supuso que fue Regulus ya que, su madre nunca hacía eso, nunca le había importado, e incluso un par de veces, cuando su hermano no estaba, había despertado a la mañana siguiente en el mismo piso donde había caído y con la sangre seca sobre su cuerpo. 

Una vez cayó sobre el suave colchón, escuchó como la puerta se cerraba de golpe y estaba solo otra vez. 

Su cuerpo estaba demasiado agotado y caliente tratando de recuperarse llevándolo a un sueño profundo para amanecer mejor al día siguiente, pero los edredones se sentían sumamente fríos al tacto y Sirius no podía imaginar conciliar el sueño en ese lugar. Tomó toda la fuerza que le quedaba y con cuidado se levantó haciendo una mueca y casi jadeando de dolor cuando sintió el ardor en toda su columna. Cayó de rodillas y se arrastró en el piso con la esperanza de que pudiera llegar a donde se proponía antes de desmayarse o gritar. Salió de su habitación gateando, rogando porque no hubieran hecho la limpieza esa noche. Abrió la puerta cuando pudo ponerse medianamente erguido y cayó por la fuerza, la cerró de golpe con el pie, deseando que nadie lo hubiera escuchado.

Sabía en su cabeza que era una estupidez, que era una mala idea, pero su cuerpo se movía a pesar del dolor. Como pudo, subió a la cama, deleitándose con el calor que emanaba la cama y sobretodo con el dolor de esta. Tan delicioso, tan familiar y tan abrigador. 

Se quedó dormido rápidamente bajo los edredones. Oliendo el aroma de la miseria, del pecado, el deseo y la lujuria. A salvo en la cama de Remus Lupin. 


☾☆☽


―No puedo creer que nos hayas hecho salir de la cama tan tarde― gimió Mary mientras acomodaba su cabeza sobre el hombro de Remus. El carruaje se mecía suavemente haciendo que cierre los ojos con cuidado y vaya cayendo en un placido sueño. 

―Lo siento, Mary. Algo en esa casa estaba mal ―dijo Remus pasando su brazo alrededor de los hombros de la morena, abrazándola y tratando de frenar un poco el frío de la noche. 

―¿Ahora eres vidente o algo así? ―murmuró entre dormida y despierta. 

Remus sonrió tristemente recordando el intercambio de palabras hirientes que había tenido con Sirius. Le había dolido tanto recibir los insultos como soltarlos y todo eso era tan injusto. Remus lo había perdonado una vez y había regresado de nuevo a él. Era la segunda vez que Sirius lo expulsaba de su casa y esta vez no iba a considerar volver aunque Sirius se arrodillase ante él.

―Seguramente era el tapiz oscuro y el ambiente frío ―intervino Antoine liberando a Remus de la obligación de decir algo ―Sentía que esas pinturas tenían vida y estaban juzgado todos y cada uno de mis pecados. 

Remus y Mary sonrieron y Antoine les devolvió la sonrisa y Remus articuló un "gracias" y el rubio le dio una ligera reverencia con la cabeza. 

El viaje no fue mucho, pero la noche empezaba a acabarse y los primeros rayos rosados del sol empezaban a hacerse presentes, permitiendo a Remus, cuando bajó del carruaje, observar muy bien la casa en Londres de Delacour. Todas las paredes y columnas eran de color marfil, puertas y ventanas celestes con detalles plateados combinando muy bien con los carruajes del joven y también con el uniforme del personal que salió a recibirlos. 

•CARPENTER•//Wolfstar UA FanficWhere stories live. Discover now