2. Remus Lupin

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Despertar no era de las mejores cosas. Cuando estaba durmiendo sus sentidos se bloqueaban por completo y lo transportaban a un mundo en el que el dinero no tenia valor, el dolor no estaba ni el hambre y su sentido del olfato era casi nulo así que los olores del lugar donde compartía sueño con otras personas, eran casi inexistentes.

Esta vez no lo despertó nada de olores, picazón a algún roedor. Esta vez fueron sollozos.

Abrió los ojos de golpe, no es que era mu raro escuchar llantos en esos días pero igual seguían llamando su atención, se sentó erguido y miró a todos lados. Lily no estaba ahí.

Le picaban los brazos y su cabello estaba muy seco, probablemente se veía muy delgado también.

Giró hacia el origen del sollozo y vio, en la esquina de la habitación un grupo de niños mirando a un punto exacto en el suelo. El más pequeño que aproximadamente tendría unos cuatro años era el que sollozaba abrazando al que Remus identifico rápidamente como su hermano mayor.

Normalmente Remus no se interesaba en el bienestar de las demás personas más allá de Lily y Mary y era bien sabido que interesarte o tratar de ayudar a los niños de la calle era un caso perdido. La mayoría de ellos trabajaban en las fabricas casi catorce horas al día con un mínimo sueldo por ser niños que no les alcanzaba para mucho más que una hogaza de pan de baja calidad para el día a día. Y había rumores de que la gente que los trataba de ayudar, incluso que les abría las puertas de su hogar, había sido robados por estos mismo en muchas ocasiones. No había razón lógica de acercase a ayudar, pero por alguna razón ese día Remus tomó la opción de levantarse del rumo de telas donde estaba durmiendo para ver qué pasaba.

-Quítense del camino – pasó entre los niños mientras los empujaba para llegar a la raíz del problema.

Los niños se quitaron rápidamente dejando que Remus observara algo no muy grato. Un niño de uno diez años estaba tendido en el suelo, su piel canela estaba manchada con colores negros y opacos de las fábricas, supuso. Tenia los ojos menos abiertos, el sudor corría por su frente y cuello, obviamente presentaba fiebre.

-¿Qué le sucedió? – preguntó Remus al niño más grande entre todos que parecía de unos catorce años.

El niño se encogió de hombros aun mirando directamente al niño en el piso con evidente preocupación – No lo sé, no volvió del trabajo anoche y en la madrugada ya estaba así.

Remus se arrodilló al lado del niño haciendo una mueca de dolor por la punzante incomodidad que sentía en la espalda. El niño lo vio a los ojos y en ese momento Remus lo decidió. Podría ser que no sea nada conveniente, podría ser él siendo ya casi un adulto no tenga ningún tipo de oportunidad allá afuera pero este niño, aún podía salvarse y tener un mejor futuro.

La situación era deplorable. Incluso para la clase baja el agua era contaminada, era sorprendente saber que una persona pase de los cuarenta años. La explotación laboral, la poca higiene, las enfermedades, niños huérfanos por las calles, prostitución infantil, eran pan de cada dia y si bien un chico no podía hacer la diferencia para la vida de miles de personas que estaban en las calles, podía al menos hacer mejor la vida de un individuo y así, tal vez, en un futuro, este niño pueda hacer un cambio al ver que no todas las personas eran ajenas a la situación y había al menos una persona dispuesta a ayudarlo.

Como pudo y sus fuerzas le permitían, tomó al niño en brazos y lo apoyó sobre su espalda. El niño sin ninguna objeción no discutió ni forcejeó.

-¿A dónde lo llevas? – cuestionó el mayor de los chicos menos preocupado ahora.

-A un lugar donde pueda descansar y tal vez conseguir medicina – respondió mirando al chico. Volteó la mirada hacia los demás – Vayan a trabajar, él estará bien.

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