22. Cabello negro y rubio.

601 94 90
                                    

La memoria de Remus era relativamente gentil con él. Le había ayudado a olvidar los momentos malos, pero por el contrario, lo atacaba con flashbacks dolorosos que podían hacerlo sentir mal por días. Sin embargo, Remus nunca había tanto miedo en un rostro como el que se reflejó con ese momento en el de Sirius Black. Se había quedado paralizado, los labios secos, los ojos más abiertos que nunca. Remus pudo pensar de que era una estatua irreal, pero pasó saliva moviendo su manzana de Adán, mostrando que aún estaba en el ahí y ahora. 

Sirius volvió a su lugar completamente erguido, aún con la mirada perdida. Remus quiso sacarlo de su transe chocando sus zapatos como lo habían hecho hace unos segundos, pero en el momento en el que sintió el toque, Sirius lo miró con el mismo terror con el que había estado viendo a través de la ventana y recogió rápidamente ambas piernas mirando hacia otro lado. Remus supo entonces que nada estaba bien. 

Sin darse cuenta, Regulus había adoptado la misma postura que su hermano mayor y ambos ahora lucían igual de quietos y pálidos contra el respaldar del asiento. Remus decidió enfrentar y ver a lo que los dos hermanos Black tanto le temían y asomó la cabeza por la ventana. 

Tres carruajes negros extremadamente elegantes e incluso más grandes que en el que estaban los jóvenes ahora, se estacionaban en filas perfectas frente a la mansión principal de los Black. Desentonando completamente con el ambiente y los demás carruajes, un carruaje igual de elegante, pero celeste con detalles perlas y plata, se abría paso tras los demás carruajes, fue cuando Remus vio al caballero que bajó de ese carruaje cuando se tensó y adoptó la misma postura que los dos hermanos Black. 

―¿Qué te pasa? ― le preguntó Regulus que parecía ser el hermano que más estaba presente. 

―Nada― respondió Remus negando con la cabeza, lo cual era una mentira gigante. La presencia de ese caballero podía ser todo menos nada. 

Remus podría reconocer ese cabello rubio, la piel clara y rojiza, el porte y la postura recta, en todos lados, porque ese chico podía llamar tu atención en todos lados y en cualquier ocasión, incluso en una mañana navideña cuando todos parecían estar ebrios. 

Su corazón estuvo como loco hasta que el carruaje paró y Remus sabía que debía enfrentar la realidad de bajar de él. Quedarse ahí no era opción. 

Kreacher les abrió la puerta y Regulus fue el primero en bajar de inmediato, seguido de Sirius que suspiró antes de bajar y finalmente Remus. 

La primera persona que vio fue a una mujer mayor con la barbilla levantada y el cejo fruncido mirando hacia la mansión. Cabello negro recogido en un moño cuidado, los pómulos bastante pronunciados, los labios hinchados y los ojos enormes, adornados con pestañas largas y cejas pobladas delicadamente. Era bastante delgada sin verse enferma ni débil. Supo enseguida que era la madre de Sirius y Regulus por el increíble parecido y la belleza que compartían. Para el disgusto de Sirius, él era la viva imagen de su madre, incluso más que Regulus, el cual había heredado más que todo la mirada fría y amordazadora. 

La mujer volteó a verlos y las comisuras de sus labios se curvearon hacia arriba en una media sonrisa. Se acercó cuidadosamente a Regulus y acarició su mejillas suavemente, este gesto no se repitió en Sirius a quien solo le dio una sonrisa suave. 

―Mis chicos ― les dijo a ambos ―Mamá está aquí. 

Remus se mantenía quieto tratando de pasar desapercibido y de no mirar en la dirección del carruaje celeste, pero no siempre podía salirse con la suya. La mujer lo estaba mirando ahora. 

―Buenas tardes ―logró decir Remus inclinándose. 

Sirius estaba completamente tenso estudiando el rostro de su madre con mucho cuidado, no le quitaba los ojos de encima ni por un segundo. 

•CARPENTER•//Wolfstar UA FanficWhere stories live. Discover now