El pasado

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Viendo que no había nadie cerca, Carmela abrió el cajón de su escritorio que tenía llave donde tenía escondida la foto de Augusto. Él se la había dado hacía unas semanas, después de saber que esperaban una niña. Acarició su rostro en el papel, afligida, habían tenido una pelea muy fuerte porque Augusto había dejado La Finca a su nombre sin consultárselo y ella no la quería, además unos días antes se había enterado de que Esteban y Víctor se habían liado a golpes con otros alumnos, porque un niño le había dicho que se corría el rumor de que su padre tenía una amante. Ya no soportaba más aquella situación. Se sentía vulnerable y sucia. Augusto no terminaba de darle un lugar para que su relación se pueda hacer respetar y Diana no quería firmar los papeles de divorcio. La entendía, no era fácil asumir que aquella relación se hubiera terminado y además estaba Esteban que parecía sufrir enormemente con todo aquello.

Había resistido muchos meses el cortejo de Augusto, negando lo que sentía aunque estaba perdidamente enamorada. Había intentado con todas sus fuerzas no corresponderle, incluso había probado salir con otro hombre, provocando la infelicidad de ambos hasta aquella noche, cuando Augusto tocó el timbre de la puerta de su casa cerca de la medianoche para decirle que había dejado todo por ella. Que había alquilado un departamento para no dormir más en la casa y que apenas pudiera divorciarse, se casarían. Había sucumbido a aquella declaración de amor en un estado de euforia romántica, pero algunos meses más tarde, sin poder avanzar con la situación, viendo que nada había cambiado, sabiendo que mantenía una relación con un hombre casado y que además se había quedado embarazada, las cosas se empezaron a complicar.

Carmela no quería ninguna casa, ninguna Finca. Lo quería a él. Quería poder sentirse orgullosa de caminar a su lado y mirar a los ojos al hijo del hombre que amaba sin sentirse avergonzada. Sufría de dolores de panza y retortijones y vivía en estado de alarma constante por Alba, que la hostigaba cotidianamente y le generaba constantes problemas y angustias. Había intentado hablar de aquello con Augusto, pero él no le creía. Alba era muy habilidosa y lo enredaba, decía ser su confidente y se había mostrado comprensiva al descubrir que había algo entre ellos, jurándole que intentaba hablar con Diana para que firmara el divorcio y aceptara que todo se había terminado, pero Carmela sabía que aquello no era cierto, y que Alba intrigaba entre ellos para complicar la situación aún más.

Esa mañana, después de que hacía una semana que Carmela no le hablaba, Augusto la había buscado desesperado, asegurándole que tenía todo arreglado. Aquella misma noche le explicaría la situación a su hijo, tenía planeado un fin de semana a solas con él en La Finca porque había finalmente logrado un arreglo con Diana y tenían cita con el abogado para firmar el divorcio la semana siguiente.

Carmela guardó la foto en el cajón y sacó un sobre. Lo abrió, ensimismada en sus pensamientos, para sacar la ecografía que se había hecho la tarde anterior. Iba a dársela a Augusto pero se había arrepentido, demasiado frágil emocionalmente para permitirse ilusionarse con que finalmente aquella tormenta entre ellos se pasara.

De la nada, la ecografía salió volando de sus manos y se asustó, sorprendida.

-¿Qué miras con tanta intención? -Alba había entrado a administración casi sin hacer ruido, su mayor habilidad, y giraba el papel para ver de qué se trataba mientras sus ojos se abrían como platos de la impresión.

-Alba. Por favor, devuélvemela. -Carmela comenzó a temblar.

-Estás embarazada... -Alba tenía la mirada desencajada y apretaba el papel con fuerza, comenzado a arrugarlo. -Maldita, mil veces maldita. -Comenzó a dar unos pasos hacia ella pero se detuvo con el sonido del teléfono en el escritorio.

La ProfesoraWhere stories live. Discover now