Capítulo 3: La Reina

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Víctor reía a carcajadas mientras intentaba serenarse tomando un sorbo de la copa de vino que les acababan de servir.

-No sé de qué te ríes tanto.

-¿Qué vas a saber? Si tienes menos gracia que una partida de ajedrez por radio.

Esteban aflojó la expresión seria con el chiste, riendo un poco.

-Con lo que a mi me gusta el ajedrez... pero es que no te imaginas lo que fue, me tumbó la reina sin haber podido siquiera mover dos peones.

-Eso te pasa por estirado.. Tampoco era tan difícil decir 'Buenos días soy el director'. Son sólo cinco palabras. Pero ahí vas tú, con tu formalismo y tus estructuras... la pobre ha de pensar que eres un chiflado. Yo en tu lugar mejor voy buscando otro reemplazo para mañana por las dudas que ya no quiera volver.

-No lo digas ni en broma, que estoy complicadísimo.

-En cambio yo estoy libre como un pájaro. Por no asistir a la presentación esta mañana, me han pasado todo el proyecto a la semana que viene.

Esteban se puso serio, recordando los eventos de la mañana.

-Lo siento amigo.

-Yo no, esta historia es mucho más entretenida.. Y además hemos salvado el traje de los lunes -dijo Víctor risueño levantando la copa para brindar.

-Salud por eso -contestó Esteban chocando con su copa.

-Pero ojo, ese traje no está nada mal..

-Ya te habías tardado en hacer algún comentario. Te lo cambio por el tuyo. -Se jugó Esteban divertido aprovechando la oportunidad, recordando que tenía que volver a trabajar al colegio.

-Imposible que me quede bien a mí, es que tú estás muy gordo.

-Es tu culpa, por hacerme almorzar con vino un lunes antes de las dos de la tarde.

Mientras bromeaban, trajeron la comida que habían pedido. Nada muy elegante, algo rápido pensando en que los dos tenían que volver a trabajar.

El bar de Pedro estaba a pocas cuadras de la escuela, iban hacía tantos años que les atendían rapidísimo y tenían siempre reservado el mismo lugar en la barra. Su verdadero nombre era "Bar de la Reina" pero ellos le decían diferente porque conocían de siempre a Pedro, el dueño, que solía sentarse con ellos a tomar algo. Pedro sólo estaba allí por las noches, así que cuando querían conversar tranquilos iban a almorzar.

-¿Y la reina? ¿Está buena?

-¿La reina? -preguntó Esteban desorientado.

-La "Señorita María" -completó Víctor haciendo gestos de impaciencia.

-La Señorita Fernández Acuña -corrigió Esteban aportando seriedad. Pero luego, al ver la mirada de aburrimiento de su amigo agregó mientras tomaba un sorbo de vino -Sí... Está buena.

-Ufff... Vas a matarme... lo que daría yo por trabajar en el colegio. No ves que me ahogo todo el día entre planos de edificios. Ya querría yo trabajar rodeado de mujeres. Es que tienes demasiada suerte y no te das cuenta.

-Está muy buena de hecho -continuó Esteban ante la mirada atónita de su amigo. Era él siempre el que hablaba de mujeres, nunca al revés - tiene el cabello negro, muy negro, como la noche... y una mirada de ojos verdes inquietantes. Al sostenerla hoy por un momento, sentí su cuerpo, tan pequeño que podría caber entera dentro de mis brazos. Su cabello desprende un aroma a flores tan femenino.. tal vez a jazmines. Debe tener unos 35 años años y una cintura...

La ProfesoraDove le storie prendono vita. Scoprilo ora