Capítulo 21

974 94 81
                                    


Hacía más de una hora que manejaban en silencio regresando a la ciudad.

Después de su ataque de furia, Esteban se había quedado muy quieto con las manos apoyadas en la estantería, respirando agitadamente, perdido en un remolino de pensamientos infinitos. María había apoyado las escrituras en la mesa para acercarse lentamente, casi temerosa de asustarlo de tan perdido que lo veía y cuando lo tocó, él se volteó y le devolvió una mirada confundida que la conmocionó profundamente. El dolor en los ojos de Esteban la hizo sentir helada.

-Esteban, por favor, tranquilízate, tengo miedo de que te hagas daño.

María tomó las manos de Esteban que se aferraban a la biblioteca con fuerza y lentamente aflojó su agarre para observar sus nudillos rojos... Por un momento pensó que apenas el día anterior era él quién miraba sus manos preocupado, era él quien la protegía y buscaba calmarla y ahora sería ella su soporte, María haría lo imposible por evitar que Esteban sufra. Lo intentaría, aunque no estuviera segura de poder ayudar en algo.

-Mi amor... ¿me oyes? -María comenzaba a preocuparse y le besaba las manos con ternura donde se había lastimado. -Ven, salgamos del estudio.

Esteban pareció reaccionar a sus palabras cargadas de amor y preocupación y aceptó su abrazo para moverse, pero apenas dieron un único paso. El director se detuvo enseguida y bajó la mirada a sus pies, acababa de pisar una de las fotos que había caído de la caja fuerte entre los papeles.

María se movió lo más rápido que pudo para tomar la foto y evitar que la viera pero Esteban no se lo permitió. Sus pupilas se dilataron y su mandíbula se tensó al ver bien la foto de su padre, abrazado a una joven, pero no por eso menos reconocible Carmela, que se aferraba a su brazo tímida mientras él le daba un beso en la mejilla.

-Todo este tiempo... delante de mis ojos. -Balbuceó al fin. -Burlándose de mí.

-Esteban, no digas eso... tú no sabes -María intentó hablar.

-¿Que yo no sé? Pues tienes razón, María.... tienes toda la razón, ¡no sé nada, no entiendo nada! Me han tomado el pelo toda mi vida... Carmela, mi madre, Alba, a lo mejor el portero, la bibliotecaria... y tú. -Esteban la miró de pronto extrañado como si acabara de conectar algún pensamiento.

-¿Yo? 

-Estás muy tranquila. No pareces sorprendida por esta historia.

-Bueno... yo..

-Viniste hasta aquí. No me dijiste verdaderamente porqué o qué era lo que sabías.

-Esteban, me parece que estás yendo por caminos equivocados, estás muy afectado por lo que acabas de descubrir y buscas enojarte conmigo sin razón.

-Dime la verdad María. ¿Ya lo sabías? -Esteban asentía en trance con los ojos rojos y los labios fruncidos. -Por eso defendías tanto a aquella mujer. ¿Cómo dijiste? Ah sí.. una "buena persona". Ya sabías que era Carmela, ¿verdad? 

-Por favor Esteban, esto no tiene nada que ver conmigo, vamos a tomar un té a la cocina y hablamos de todo esto con calma.

Esteban dio unos pasos en círculo mientras resoplaba y golpeaba las palmas contra sus piernas, pasado de frustración, y entonces volvió a enfrentar a María. La tomó de los codos para acercarla a él y le habló muy cerca.

-Sí o no. ¿Ya lo sabías? -La miró a los ojos con una intensidad que la congeló. -No me mientas María. Será peor.

-Maldita sea Esteban.. así solo conseguirás distraerte de lo que verdaderamente sucede. -María resopló, vencida antes de confesar. -Sí, lo sabía. Lo supe ayer.

La ProfesoraKde žijí příběhy. Začni objevovat