Capítulo 15

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Sólo había pasado una semana. Siete simples días como tantos otros desde el desayuno en el Bar de Pedro la anterior semana. Recordaba que se sentía inquieto, ansioso. Pequeñas cosas habían sucedido que lo sacaban de su eje y estaba aterrorizado, no le gustaban los cambios. Se aferraba a su rutina diaria como a una tabla de salvación que lo llevaba día a día. Pasos repetitivos y simples que lo mantenían entre las sombras, dispuesto a continuar avanzando de cara a la oscuridad conocida, incapaz de atreverse a mirar la luz y quedar cegado con su inmensidad.

Como ávido lector que era, había crecido refugiado en su imaginación, permitiéndose vivir increíbles historias en su cabeza, enredando letra a letra en sueños e ilusiones atados por siempre a un corazón detenido en la adolescencia, abriendo la puerta de las emociones al abrir la tapa de los libros y cerrándola al finalizar, sintiendo en su pecho la presión aplastante de cancelar cualquier sentido al terminar una historia, sumido nuevamente en la insensibilidad.

Nunca hubiera pensado que aquella peculiar mañana su vida hubiera cambiado tanto. Como si aquel día hubiese abierto el libro en el que se escribía su historia y no lo hubiera cerrado por la noche, permitiendo a los sueños plasmarse sin reservas, crecer como la hiedra echando raíces en las blancas páginas, transformándose en realidad, dejando las palabras al azar, la razón al destino, el amor a la fe.

Una semana después, se observaba en el espejo antes de salir de su casa, vestido con su 'traje de los lunes' riéndose de sí mismo. Tampoco se podía dar vuelta el destino tanto, pensó risueño, aunque si lo hubiera tenido a mano, a lo mejor se hubiera puesto el traje de noche color borravino. Sólo para sorprenderla. Tomó nota mental de recuperarlo de la casa de Víctor, para poder invitar a salir alguna noche a María y vestirse con él.

Su humor era inmejorable cuando se sentó al lado de su amigo como cada lunes mientras tomaban el desayuno. Víctor estaba también de un humor maravilloso.. aunque bueno, Víctor siempre tenía buen humor, en verdad.

-Buenos días, querido Emperador. Veo que ha conseguido recuperar intacta su exótica túnica imperial. Llegaremos a horario a ocupar el trono esta mañana entonces, no quiero sonar decepcionado, pero tenía el carruaje preparado para una rápida huida en busca de locas aventuras.

-Buen día amigo. Creo que podemos estar tranquilos por el día de hoy. ¿Ya has pedido?

-Efectivamente, el clásico de los lunes, porque ser rutinarios y aburridos es nuestra pasión. Bueno es la tuya, a mí simplemente me gusta el café con leche con tostadas.

Esteban palmeó la espalda de su amigo con una amplia sonrisa. El día comenzaba de la mejor manera.

-Creí que ibas a abandonar nuestro desayuno por la Reina. -Acotó cauteloso.

-¿Me hubieras culpado?

-Posiblemente.

-Vaya Víctor, ¿por qué no me había permitido esto antes? Deberías intentarlo.

-¿Agarrar del cuello a un adolescente?

-No.

-¿Emborracharme hasta perder el conocimiento y tener que dormir en mi oficina?

-No, estúpido. Querer. Enamorarte.

-Ahhh, veo que ya estamos usando palabras de ligas mayores.

-Se lo he dicho ayer. Creo que todavía estaba un poco borracho cuando lo hice, sino no habría tenido el coraje.

-¿Y ella?

-Bueno, aún no me ha dicho nada... no quiero presionarla, ni siquiera sé cómo son los tiempos correctos, nunca he tenido una relación formal antes. -Esteban se quedó pensativo un momento. -De hecho, ahora que lo pienso, ni siquiera estoy seguro de si tenemos una relación formal. -Frunció el ceño.

La ProfesoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora