Capítulo 17

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Por supuesto, Nathalie fue la primera en hablar para cortar la tensión.

-Pues no nos van a alcanzar las botellas de vino para esta fiesta.

-No se preocupe Señorita Chadoin, Gerardo y yo ya nos vamos.

-¿Nos vamos? -Gerardo miró a Esteban confundido.

-Miguel puedes por dios ir a vestirte, ¿qué haces ahí parado en toalla? -Nathalie expresó exasperada mientras codeaba a María para que reaccione un poco.

-No ha sido a propósito, los caballeros han estado un poco insistentes con el timbre y he tenido que salir. -Miró a María que seguía sin hablar. -Chérie, tampoco me dijiste que vendría Nat a cenar con nosotros.

Al escuchar el apelativo cariñoso y la familiaridad con la que Miguel se dirigía a María, Esteban se sintió tan abatido que ya no tuvo fuerzas para enojarse, ni molestarse, ni siquiera decir nada. Continuó de pie en el lugar observando a la profesora de francés como si la viera muy lejos, preguntándose qué había sucedido en aquellas breves horas desde la mañana, cuando la había tenido entre sus brazos en la oficina y le había robado besos por los pasillos. ¿Acaso aquello había sido un sueño? ¿Por qué tenía la posibilidad de sentir al mismo tiempo la mayor felicidad y luego sólo unos momentos más tarde la mayor desdicha? Al final siempre había estado en lo cierto. Probablemente lo mejor fuera no sentir... cualquier cosa antes que este agujero negro asentándose con fuerza en su pecho y lentamente, sin darse cuenta, con el puro objetivo de proteger su corazón de la negrura, comenzó a encerrarse de nuevo en sí mismo, corroborando lo que siempre había pensado: amar puede acabar con la cordura de cualquier hombre.

Al ver que Esteban no decía nada y que los demás se removían nerviosos, al fin María avanzó lentamente y pasó entre ambos hombres para llegar hasta la puerta de entrada. No se le escapó la leve inclinación del cuerpo del director hacia ella, percibiendo su presencia y robando el último sorbo de su perfume al pasar. Cerró los ojos brevemente, como perdida también en aquel pequeño embrujo, sabiendo que a la distancia podía ser más fuerte, pero que su espíritu quebraba al pasar cerca del director.

-Miguel por favor ve y cámbiate. Y no me llames más así. -María intentó poner énfasis en las últimas palabras comenzando a preocuparse del mutismo de Esteban pero no parecieron hacerle ningún efecto. Aunque seguía enojada, no quería que pensara lo que no era de Miguel. Nathalie había llegado hacía un rato y habían bajado a tomar un café mientras Miguel se bañaba. Ante la negativa de María a que durmiera aquella noche en su casa, el hombre le había propuesto que aunque sea salieran a cenar por los viejos tiempos y que luego se iría a dormir a un hotel.

-Sí, un momento, antes me despido de los caballeros... asumo que se van. -Miguel sonreía con satisfacción. -No he registrado bien sus nombres, Gerardo, ¿verdad? -Asomó el cuerpo por la puerta para estrechar su mano. -¿Y usted es?

-Esteban San Román. -Miguel repitió el gesto con Esteban mientras cruzaba una mirada con Nathalie. No había olvidado aquel nombre. 

-Buenas tardes caballeros. María, te espero dentro. -Miguel cerró finalmente la puerta.

-Gerardo, vamos.

-Pero.. pensé que íbamos a...

-¿Han venido juntos? ¿Gerardo, por qué tienes un corte en la nariz? -María preguntó extrañada.

-Sí María.. Esteban y yo hemos arreglado nuestras diferencias y veníamos a disculparnos por este mediodía.. bueno y por nuestros otros desafortunados encuentros.

-Habla por ti, Gerardo. Ya no me interesa disculparme.

Nathalie puso los ojos en blanco completamente exasperada.

La ProfesoraWhere stories live. Discover now