Capítulo 8: Doble ataque directo

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Carmela se había pasado toda la reunión distraída evaluando a Alba y Ana Rosa. No era la única que estaba en su mundo. Esteban parecía también perderse constantemente en sus pensamientos. Sonreía por momentos y se enojaba y luego decía a todo que sí, sin importar de que se estuviera hablando. Ana Rosa lo miraba e intentaba hacer conversación con él sin éxito, bajo la mirada atenta de Alba que tenía cara de pocos amigos.

José, el profesor de matemáticas, tuvo que ponerse de pie y casi gritar para conseguir la atención de aquel grupo de dispersos, dándose por vencido después de un rato de intentar acomodar los últimos detalles. Al final le dio las últimas indicaciones al portero, que era el único que todavía tenía verdadero trabajo con la decoración y las sillas, y viendo que nadie más tenía nada que decir tomó la decisión de terminar con la reunión suspirando frustrado.

Apenas hubo finalizado, Esteban se puso en pie y saludó a las apuradas, dispuesto a correr al despacho para intentar comunicarse con María nuevamente. Alba lo siguió con la mirada y luego le dijo algo al oído a Ana Rosa, que se puso en pie y salió también del salón.

Carmela había estado atenta a todas estas situaciones y salió tras la profesora de geografía dispuesta a averiguar qué estaba tramando. A lo lejos la vio entrar a administración y salir con una llave en la mano. Luego la siguió hasta la sala de computación, la cual abrió entonces con la llave y cuando se disponía a entrar tras ella alguien la tomó bruscamente del codo.

-¿A dónde crees que vas?

-Alba.. -Carmela no se sorprendió de su presencia. -Suéltame, me haces daño.

La vicerrectora la tenía tomada con firmeza y sus largas uñas se clavaban en el brazo de la secretaria. Pero no la soltó.

-Ya ha terminado tu día de trabajo. Retírate. -Escupió mientras la soltaba.

-Ya sabes que yo me voy después de que se va Esteban, y él aún está en su despacho.

Ambas mujeres se miraron desafiantes.

-Ana Rosa no tiene nada que hacer en computación a esta hora. ¿Qué está pasando? -continuó.

-Tú siempre metiéndote donde no te llaman. Recuerda que no sales muy bien parada cuando me desafías, pobrecita Carmela, tonta secretaria.

-No entiendo cómo Esteban no ve lo mala y cizañera que eres, cómo destruyes todo lo bueno que él construye. Mejor que no le hagas daño, a él ni a nadie, porque no te lo voy a permitir.

-Vaya, vaya. Veo que has ganado coraje en estas semanas que estuve fuera.

-Estoy cansada de tu maltrato. Eso es todo.

-Pues mira que bien, solo te ha tomado unos.. ¿25 años? ¿Qué crees, que porque has estado más tiempo al lado de Esteban últimamente él te prefiere, que estás protegida? Sólo eres una empleada más y ni siquiera eres tan buena secretaria. Eres una estúpida mujer que no ha conseguido nada en la vida, sentada en la misma silla desde que te conozco.

-No me hieren tus palabras. Estoy orgullosa de mi trabajo. Intentas derrumbarme pero no puedes, porque al final si he conseguido algo. Tal vez una sola cosa, aquello que tú querías. ¿Ya lo has olvidado? Carmela temblaba mientras hablaba y veía lentamente transformarse la cara de la vicerrectora.

-Estoy harta de ti -le dijo roja de furia. -No me provoques porque podría ir ahora mismo y pedirle a tu querido Esteban que te despida. No sé porqué no lo he hecho en todos estos años.

-No puedes hacerlo.

-No me tientes. -Rió cínica.

-Sabes que si lo haces le contaré todo.

La ProfesoraWhere stories live. Discover now