Fiesta de las flores rojas

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-Hola- hablé.

-Hola- dijo con voz coqueta, tomó mi brazo y me jaló fuera de mi casa para besarme, obviamente acepté el beso. Se cerró la puerta detrás de mí y, mientras eso pasaba, se escuchó la voz de mi padre diciendo "no llegues tan tarde". Nos separamos y le hablé.

-Oye, Fran- me miró, bueno, más a mis labios que a mí -¿Será que hoy podamos ir al bosque? Quiero estar a solas, contigo- se puso rosadito -quiero hablar contigo sobre algo que estaba discutiendo con Amara- se fue el tono rosado de sus mejillas y aceptó. Fuimos al bosque, en el mismo lugar de siempre. Nos sentamos.

-Bueno- dijo segundos antes de sentarse -¿de qué quieras hablar?- me miró. Por mi parte, también me senté.

-Ehh... Yo...- me puse nerviosa, no quería escuchar la misma respuesta de Amara.

-¿Sí?- esperaba que hablara. Respiré profundo para quitar mis nervios, y funcionó.

-¿Me ves como mujer?- pregunté.

-¿Qué!- se sorprendió y se sobresaltó -eh...- se puso nervioso y rojo, ya no rosado como antes -bu...bueno, verás... yo... tú... nosotros...- empezó a tartamudear y yo a llorar. Sabía a dónde iba a llegar esto, pensaba igual a Amara pero no me lo quería decir -¿Qué?, ¿por qué lloras, preciosa?- preguntó mientras se me acercaba. Se veía preocupado.

-¡Dejá tu papel de Antonio!- le grité enojada mientras lo empujé. Me enojaba que siempre que estoy hablando seriamente, él empieza con sus juegos -mejor dime de una vez que soy mariamacho y acabemos con esta conversación...- lloré con más fuerza. Me tapé los ojos.

-¿Qué!, ¿qué tontería estás diciendo?- preguntó enojado, se acercó a mí -mírame- negué con la cabeza -Savannah, por favor, mírame- tomó mi cabeza y la levantó, quitó mis manos de mis ojos. No sabía cómo me veía, pero estaba muy segura que mis ojos estaban rojos y llenos de agua, y que él poco maquillaje que porto es casi inexistente.

-Déjame en paz, ve con Amara y díganle a todo el pueblo que soy un hombre y que moriré sola- cerré mis ojos, trataba de no llorar.

-Nunca levantaré falsos de nadie, ¿escuchaste?- medio abrí los ojos -¡De nadie!, y menos de ti, y no porque seas mi amiga, sino porque eres todo lo contrario a un hombre- me besó -Eres hermosa, muy hermosa.

-Ya deja los juegos- dije mientras limpiaba mis lágrimas y mi naríz.

-No estoy jugando- me miró fijamente, lo miré -eres la chica más bella que he visto en toda mi vida, no sé por qué me haces repetir esto muchas veces. Si no fuera porque haces "trabajos de hombres", te caerían varios jóvenes a tus pies. Tu rostro, su cabello lacio, y tú figura, todo de ti es perfecto. Nunca vuelvas a permitir que alguien diga lo contrario- me puse roja mientras seguía limpiando mi rostro. No sabía que pensar.

-Entonces, ¿qué opinas de mi como mujer?- pregunté triste mientras miraba al suelo -¿Me veo como hombre?

-Si te viera como hombre, no haría esto- me abrazó y besó -¿Crees que te ves como un hombre?- me besó los labios por segunda vez -Que estupidez- volvió a besarme. Se separó de mí -y perdón por el ejemplo pero, si te vieras como hombre, esos soldados no hubieran intentado violarte.

-Gracias por recordármelo- le pegué el hombro suavemente. Él se rió. Sonreí. Hasta cierto punto tenía razón, pero a la vez no, si esos soldados supieran que yo hago cosas que no son dignas de una mujer, no les hubiera importado y habrían seguido, solo quería a la mujer, no su oficio.

-Por eso dije "perdón por el ejemplo"- aún tenía su sonrisa. Me gustaba verlo sonreír, se veía más atractivo. Amara daría todo por verlo así. Lo besé. Se sorprendió porque habían pasado varias semanas donde él tomaba la iniciativa, yo no.

-Vámos a la plaza, Antonio- le dije mientras me levantaba. Lo tomé de la mano y caminé hacia fuera del bosque. Él me siguió.

-¿Antonio?- frunció el ceño mientras mantenía su sonrisa.

-¿No eres mi prometido a la vista de la gente?- lo volví a besar y seguí caminando mientras tomaba su mano. Al llegar a la plaza habían muchas personas vendiendo las flores. Francisco compró una y me la dio.

-Ten, es para ti- la tomé y besé su mejilla. No dejaba de agarrar su mano.

-Gracias- dije y la tomé con mi mano izquierda. Me sentía a gusto y feliz, nunca había sentido este nivel de felicidad. Por parte de él, sentí nerviosismo por besarlo en la mejilla.

Caminamos alrededor de la plaza y dentro de ella. Habían varias cosas por hacer y ver: había un juego donde tenías que tirar unas bolitas de metal en un hueco, si lo hacías, te ganabas juguetes. Participamos varias veces hasta que por fin ganamos un peluche de tela. Francisco dijo que me la quedara. Luego fuimos a ver una obra de teatro gratuita y hecha por los niños del pueblo, no podías pedir mucho, los niños actuaron lo mejor que pudieron. Luego de la obra volvimos a caminar por los alrededores del lugar. Francisco tomó mi mano.

-Me alegro que por fin hayamos aclarado las cosas...- no entendí a lo que se refería. Lo miré -... Creía que solo yo me sientía así- Se puso rojo y me abrazó de espaldas, su cabeza estaba en mi hombro derecho.

-Ahh- creo que ya había entendido -¿Entonces tú también te preocupabas porque yo pensara que la gente me veía como un hombre?- le di un poquito en sus labios -ya me quedó claro con la plática, sé que me vez como mujer.

-¿Ah sí?- preguntó dudoso pero feliz.

-Sí- afirmé feliz.

-Me alegro- besó el dorso de mi mano y me miró fijamente. Sus ojos mostraban alegría, no sabía que pasaba en su mente -Savannah- dijo en voz baja -quiero besarte, ¿puedo?- me reí.

-Si siempre lo haces, ¿por qué me preguntas ahora?- no entendía lo que quería decirme, era incongruente con lo que habíamos hecho durante las últimas semanas.

-Es que...- se puso más rojo -... ahora es oficial...- se mostró tímido.

-¿Oficial?, ¿qué no habíamos quedado que desde tu cumpleaños nos podíamos besar?, fue un trato oficial entre amigos.

-¿Amigos?- abrió los ojos y se separó de mí rápidamente -pensé que ya éramos algo más con lo de hoy...

-Bueno- dije -somos mejores y únicos amigos. Pero siempre lo hemos sido, no solo desde hoy, o ¿acaso tienes más amigos y no me lo has dicho?

-Ah...- dijo desganado. No le vi intención de besarme, yo lo besé porque él quería. -¿El beso por qué?- preguntó.

-Pues me preguntaste por uno, ¿recuerdas?

-Ah, sí...- Miraba a la nada, sus facciones y color de piel cambiaron, se veía enfermo.

-Fran, ¿te sientes bien?- me acerqué a él, éste se alejó de mí.

-Sí, estoy bien, no te preocupes- mintió. Él cree que no me doy cuenta cuando miente, pero la realidad es que sí lo hago. Puede que sea un buen mentiroso y ocultador de sus sentimientos con el pueblo, pero conmigo no, detecto cuando miente en menos de un segundo. -Estoy cansado, ¿te llevo a tu casa?- volvió a mentir. Afirmé con la cabeza. Sabía que no estaba cansado, en unos segundos paso de ser el alegre Francisco que conocí conforme al paso del tiempo y se volvió el Francisco reservado que el pueblo ni conoce físicamente. No quise preguntarle más porque está claro que no me quería decir nada. Llegamos a mi casa.

-Oye- lo vi -si necesitas hablar, aquí estoy yo para escuchar, ¿lo sabes?- estaba preocupada por él, tomé sus dos manos en señal de apoyo.

-Sí, lo sé- habló sin vida y viendo a la nada. Soltó mis manos.

-Oye- ahora tomé su cabeza, sus ojos me veían, pero estos estaban apagados, no tenían su brillo -no me gusta verte así, si necesitas algo, ven y te ayudo- afirmó con la cabeza. Lo besé pero no correspondió mi beso. -Hasta mañana, Fran.

No respondió. Cerré la puerta y fui a mi cuarto, no pude dormir ese día por pensar que le pasaba a mi amigo. ¿Dije algo malo?, no lo recuerdo. ¿Vio algo feo mientras estábamos en la plaza?, no lo sé. Le preguntaré después.

Diario de una CampesinaWhere stories live. Discover now