-Savannah, te hablaré con sinceridad- me habló, le miré -ese día que fui a tu casa, me gustó el trato que me dieron, me sentí alguien normal. Sentía que podía hacer lo que quisiera sin limitarme, sentía que podía ser yo...- sus ojos se llenaron de alegría mientras hablaba. Hasta un día antes de que "Antonio de Roma" fuera a mi casa, Francisco solo podía ser libre conmigo, podía reírse, expresarse y hacer todo lo que un miembro de la familia Real no experimentaría. Después de "Antonio", Francisco pudo convivir con más personas sin tener que seguir normas, podía decir y hacer lo que quisiese.

-Me alegra que por fin te...- me interrumpió.

-Sé que dentro de seis meses me casaré con alguna Princesa de un Reino y me iré a vivir con ella pero, antes de eso, quisiera que me ayudaras a ser Antonio de Roma, quisiera que me muestres todos los rincones que tiene Ravenna antes de mi partida...- sus ojos se llenaron de tristeza, sentimiento que compartíamos en el momento, sentía que una parte de mi se marchaba para nunca más volver, este sentimiento era similar cuando vi a mi madre morir. -...¡Sé que es mucho pedir! Si no quieres, está bien, tienes que atender a tu familia y yo sería otro peso para ti, aparte, necesitas ir de caz...- ahora yo lo interrumpí.

-Acepto- dije sin pensar. Sonó la segunda trompeta.

-¿Es enserio!- se sorprendió y emocionó de mi respuesta.

-Sí, acepto. Me ayudaste bastante con mi padre, es mi turno de devolver el favor. Aparte, eres más que mi amigo, en todos estos años te convertiste en un hermano para mí, y quiero que antes de que te obliguen a casarte, disfrutes de la ciudad que no te permite ser quien eres. Es más, ¡hasta te puedes conseguir una novia y huir con ella antes de casarte y vivir feliz!

Sonó la tercera trompeta. Francisco se levantó alegre y caminaba casi corriendo hacia las afueras del bosque. Mientras hacía esto, volteaba a verme y gritaba.

-Ve con la sastre y cómprale la ropa que le prestó al Príncipe Francisco en las
fiesta anterior, te la pagaré. Ve por la parte de atrás del muro donde está agrietado, por ahí está mi balcón. ¡Te espero hoy a las 10 de la noche!- se marchó corriendo lleno de alegría. Sonreí. Hice lo mismo y me dirigí a mi casa. Llegué a mi realidad, una casa de piedra con moho, retazos de tela como cortinas; mesas, sillas y muebles de madera mal hechos. Salió mi padre con su silla para darme la bienvenida.

-¡Savannah, hija!

-Hola padre.

-¿Cómo vas con Antonio?, ¿te trata bien?, ¿qué sientes por él?, ¿cuándo será la boda?, ¿vivirán aquí o en Roma?

-¡Tranquilo, papá!- alcé un poco la voz -apenas lo estoy conociendo, es buena persona, me pidió ayuda para conocer Ravenna y acepté. A las 9 de la noche saldré para empezar el recorrido...- tomé una manzana casi podrida y le di una mordida, no estaba jugosa pero si llena cuando tienes hambre.

-Está bien, hija, eso significa que quiere vivir contigo en esta ciudad. Mejor. Así te podremos ver todos los días...- dijo mi padre con una sonrisa.

Mi padre quería que me casara e hiciera mi vida, pero yo no quería abandonarlo, no puede moverse mucho y, en esa condición, moriría en menos de un mes. Mis hermanos pueden trabajar, pero no saben cazar. Milo puede, pero cuando va al bosque, nunca obtiene nada de gran tamaño. Amara puede sostener un arco pero no sabe disparar correctamente, no le da dirección a la flecha ni la fuerza, ella es más de recoger cosas de nuestro huerto y venderlos.

Llegaron las 9 y me fui de mi casa. Fui con la costurera y pagué por la ropa. Después de ello, caminé y llegué al lugar indicado por Francisco, ahí no habían guardias, me acerqué más al muro y vi una cuerda atada a un balcón, supuse que era la de Francisco, traté de asomarme un poco y lo ví, estaba sentando y mirando hacia otro lado. Sacudí la cuerda para que notara mi presencia, lo hizo. -Toma la cuerda y la jalaré para que subas- murmuró.

Diario de una CampesinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora