27 | Libertad de decisión

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27 | LIBERTAD DE DECISIÓN

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27 | LIBERTAD DE DECISIÓN

De una zancada, salió del portal y pisó tierra firme. El viento le acarició el rostro por unos segundos hasta que quedó de pie, parada en aquel bosque rodeado de árboles. Ethan y Amira la miraban con curiosidad. Al fondo, se escuchaban voces de gente: humanos como ella. Había pasado tantos meses sin haber pisado la Tierra mundana que casi olvida por completo lo que significa estar rodeado de otros humanos que hablan una lengua diferente a la de ella; una lengua que no podía comprender.

—Bienvenida a Brujas —le habló Amira. Teodora los miró con sorpresa.

Por suerte, ambos hicieron caso de las palabras de la guardiana. Amira y Ethan miraron detrás de Teodora: allí, en la corteza del árbol, había dibujada una espiral; una espiral que por fin ambos veían.

—¿Dónde estamos? —Teodora miró a su alrededor con curiosidad y una pizca de inquietud: estaba claro que aquello no era Estados Unidos.

—Minnewaterpark —habló Ethan, por primera vez en tono agradable—. Aquí estábamos... —Se detuvo durante unos segundos, pensativo—. Estábamos paseando cuando ese árbol... Ya sabes. No lo entiendo —sacudió la cabeza—, ¿cómo puede ser posible? —preguntó confuso, mirando la corteza del árbol por el que habían cruzado.

—Tenías razón, aquí es de día. —Amira miró la pantalla de su teléfono móvil—. Son las cuatro y media de la tarde.

—Entonces es cierto —pronunció Ethan. Teo asintió.

—Sé que no me conocéis de nada, pero nunca os mentiría. Entre otras cosas —rio tímidamente—, porque he estado en vuestro lugar. ¿Es aquí donde vivís? —Volvió a inspeccionar los alrededores con curiosidad. Ambos asintieron.

—No lo entiendo —habló Amira, sacudiendo la cabeza también. Ambos estaban confusos—. ¿Cómo puede ser eso posible? ¿Estamos muertos y no nos hemos enterado?

—No. —Rio Teo, negando con la cabeza—. Os lo contaré, si queréis. Tal y cómo os dije y ahora que sabéis que es cierto, no os obligaré a nada. Pero yo debo volver, me necesitan. En realidad —los miró fijamente—, nos necesitan. A vosotros también. —Recalcó cuando se escucharon unas voces de gente aproximándose mientras hablaban en un idioma que Teo no entendía.

—¿Por qué? —preguntó Ethan encogiéndose de hombros—. ¿Por qué iban a necesitarnos, a nosotros? —Se señaló a él mismo y a Amira.

—Ya os lo dije, sois guardianes. —Se encogió de hombros—. Sé que es injusto, pero yo misma llevo meses sin ver a mis padres. Probablemente piensen que haya desaparecido o... —dijo con un hilo de voz, pero se detuvo: no quería asustarlos. Recordar a sus padres y a su abuela la hacía sentirse mal, pero cada vez que pensaba en ello sacudía esos pensamientos bien lejos—. Les mentí —volvió la vista hacia ellos—, les dije que me iría de viaje y que les daría noticias, pero no lo he hecho. —A Teo se le cristalizaron los ojos—. Por eso mismo os entiendo, pero no voy a obligaros a nada. Es vuestra decisión.

CRÓNICAS DE LA MADRE TIERRA I: Los mundos de TeodoraWhere stories live. Discover now