7 | Adaptación a los nuevos tiempos

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7 | ADAPTACIÓN A LOS NUEVOS TIEMPOS

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7 | ADAPTACIÓN A LOS NUEVOS TIEMPOS

—¡Ay! —exclamó Teo cuando Shaun le tiró la espada de madera haciendo que la pelirroja cayera al suelo.

—Volviste a caer. —Sonrió pícaramente el joven elfo.

Teodora pasó las semanas anteriores abriéndose a ese nuevo mundo. Aunque ya llevaba varias semanas en aquellas nuevas tierras y había descubierto más portales por los que viajar de los que podía imaginar, no se atrevió a hacerlo. De hecho, tanto Espe como Tom no lo vieron conveniente por el momento. Según ellos, convenía que nadie supiera que ella era la nueva guardiana. Sin embargo, durante aquellas semanas sus ojos se habían abierto por fin a aquella nueva realidad que le tocaba enfrentar. Durante su estancia en Dôr o Gwaith, el nombre que recibía aquel nuevo mundo, Teo desconectaba del mundo humano en el que había crecido y se preparaba para adaptarse a su nuevo entorno. Shaun y Laila pasaban tiempo con ella, la ayudaban a desarrollar habilidades y a descubrirse a sí misma, pero a la joven guardiana no le resultaba tarea fácil. Cuando llegaba la hora de despedirse y alcanzaba de nuevo la vida tal y cómo la había creído, Teo se sentía cabizbaja. Mantener un ritmo constante y adaptarse a ambas dimensiones no era algo asequible fácilmente y, en muchas ocasiones, Teodora se sentía desbordada.

Y en aquel momento, en la pradera que había frente a la casa de Shaun y la que era también ahora su nueva casa, Teodora miraba a Shaun desde el suelo, tumbada. El joven elfo le había estado enseñando a usar una espada, aunque la pelirroja se sentía completamente inútil en aquella área.

—Sí, eso parece. —Teo soltó un bufido y Shaun le agarró la mano para ayudarla a levantarse.

—No te preocupes —de un impulso, Teodora se reincorporó con ayuda de Shaun—, llegará el día en que lo conseguirás.

—No estoy tan segura de ello... Necesito estar sola un rato —dijo alejándose, cabizbaja.

Shaun la comprendió y dejó a la chica alejarse, viendo cómo esta se encaminaba hacia el interior de la casa. Teodora ignoró las miradas de Nedhel y Espe y subió a la que ya era su habitación. Cerró la puerta y se tumbó en la cama, mirando el paisaje a través de la ventana. El paisaje era tan bello que la hipnotizaba, la alejaba de los problemas, del estrés, y le recordaba que las cosas pequeñas eran las que realmente valían la pena; porque, como suele decirse, las cosas bellas no buscan llamar la atención.

Sacó una foto de su bolsillo donde aparecía ella de pequeña junto a sus padres y a su difunto perro Max. La acarició y sonrió levemente, mientras que por sus ojos se asomaban unas disimuladas y silenciosas lagrimillas.

—¿Teo? ¿Puedo pasar? —La voz de Espe se hizo oír detrás de la puerta. Teo se restregó el dorso de la mano por la cara, quitándose el resto de las lágrimas, y asintió.

—Sí, pasa.

Espe entró sosteniendo una bandeja en las manos: era su exquisita sopa de verduras.

—Hola cariño, está recién hecha. —Indicó refiriéndose al plato de sopa. Se la dejó a un lado de la mesita que tenía al lado de la cama y se sentó sobre el borde de esta, junto a Teo—. Sé cómo te sientes. —Hubo unos segundos de pausa—. Sentirte perdida cuando vuelves a lo que era la normalidad, ¿verdad? Todo te supera y no sabes cómo adaptarte a tantas cosas al mismo tiempo. Te sientes desbordada. —Teo asintió, aún cabizbaja.

—Es que no lo entiendo. —Miró a Espe fijamente a los ojos—. ¿Cómo pudiste hacerlo?

—Creando el hábito, querida. No es tarea fácil para nadie adaptarse a nuevas circunstancias, pero para nosotras lo es menos si además de adaptarte a las circunstancias debes hacerlo con eficacia y una dificultad de tiempos considerable. Debes adquirir la capacidad, o al menos desarrollarla, porque la tienes ahí dentro, Teo. —La bibliotecaria, con una sonrisa empática dibujada en el rostro, tocó con el dedo índice la zona superior del pecho de la muchacha, indicando el corazón—. De lo contrario, no serías guardiana.

—Oh, Espe —Teo rio con las mejillas ligeramente húmedas—, aún no lo soy.

—Sí que lo eres, debes hacerte a la idea. Eres la guardiana, repítelo. —Teo la miró con el ceño fruncido—. Venga, vamos, no va en broma. —Insistió la bibliotecaria—. Repítelo.

—Está bien —Teo entornó los ojos—, soy la guardiana.

—¿De qué eres la guardiana?

—Soy la guardiana de los mundos de la Madre Tierra —repitió la pelirroja. Espe le sonrió al instante.

—Ahí está, así quiero verte. Con decisión. —Espe palmeó la rodilla de la muchacha—. Ánimos cariño, poco a poco lo conseguirás. —Al levantarse, Espe soltó un gemido y se encogió de dolor mientras se tocaba con ambas manos el pecho, encorvando su figura.

—¡Espe! —exclamó la muchacha, que se levantó inmediatamente para tratar de ayudarla—. Espe, ¿estás bien? Vamos, siéntate —le dijo ayudándola a sentarse—. ¿Qué te pasa? —Espe mostró una sonrisa débil.

—Nada querida, no es nada. —Le tocó el hombro a la chica mientras respiraba con dificultad.

—¿Te traigo agua? —Teo la miraba con preocupación—. ¿Algo que pueda servirte?

—Mamá. —Shaun asomó por la puerta; la preocupación se reflejaba en su rostro—. He oído un ruido, ¿estás bien? —le preguntó mientras se acomodaba a su lado.

—Sí, hijo, no te preocupes. Cosas de la edad. —Espe rio tratando de calmar el ambiente.

Pero ahí, en ese mismo instante, Teo fue testigo de una mirada cómplice que madre e hijo sostuvieron entre sí.

NOTA DE LA AUTORA

Queridx lector/a,

¿Cómo estás? ¡Espero que tengas un feliz viernes! Como puedes ver, el capítulo de hoy es muy, muy cortito, pero necesario para la progresión de la historia. En él hay un elemento clave que pronto lo cambiará todo... ¿Podrías decirme cuál es? 👀🤔

Un abrazo,

Silea Evans.

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CRÓNICAS DE LA MADRE TIERRA I: Los mundos de TeodoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora