8 | Juventud, ¿divino tesoro?

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8| JUVENTUD, ¿DIVINO TESORO?

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8| JUVENTUD, ¿DIVINO TESORO?

Un nuevo día amanecía en Montgomery. Era un domingo soleado, así que los padres de Teo, como cada domingo, era probable que propusieran ir de picnic o incluso visitar a la abuela de Teo que tanto adoraba la joven guardiana.

La abuela de Teo siempre le contaba historias cuando era pequeña antes de ir a dormir o a la hora del té, cuando la pequeña Teodora merendaba. De origen británico, su abuela siempre se tomaba un té a las cinco de la tarde y daba unas galletitas caseras a Teo. Justo en aquellos momentos, las dos solas sentadas en la mesa que había en el patio soleado lleno de margaritas, mientras los padres de Teo estaban en el trabajo, justo ahí la abuela le contaba historias fantásticas: hadas, duendecillos que venían a por ti si te portabas mal, criaturas que guardaban el bosque de los humanos. Cada historia fantástica que la abuela le contaba tenía también una protagonista femenina bajo el nombre de Mary. Un cuento inventado, claro estaba, pero Teodora se preguntaba, ahora ya de mayor, si la abuela sabría algo sobre todo aquel asunto de los guardianes de la Madre Tierra.

—Buenos días. —La madre de Teodora, Casandra, asomó la cabeza por la puerta de su habitación con una radiante sonrisa—. ¿Qué tal has dormido?

—Mmm... —Teo, todavía en su cama, estiró los brazos—. Bien, he dormido bien —dijo aún adormecida.

—Genial. Vamos a ir de picnic, ¿te vienes?

—Me apetece ir a ver a la abuela, ¿puedo?

—Pues claro que puedes, ¿pero no vendrás con nosotros entonces?

—No, no. —Negó con la cabeza—. Me pasaré por casa de la abuela e iré a pasar el día con ella. Id vosotros.

Lo cierto era que a Teo le resultaba ya aburrido ir de picnic a solas con sus padres. En ocasiones anteriores, se había llevado a Sara y a Charlie con ella, pero aquel pasatiempo que tanto le gustaba cuando era niña había dejado de apasionarle desde hacía ya algún tiempo.

—Bueno, está bien. —Casandra entró a la habitación y depositó un suave beso materno sobre la frente de su hija—. Que pases un buen día, dale un beso a la abuela de mi parte y dile que luego la llamaré.

—Vale mamá, que lo paséis bien. —Casandra le dedicó una sonrisa y Teo contempló cómo se retiraba cerrando la puerta tras ella.

Cuando llegó a casa de su abuela, Teo recibió un caluroso abrazo de su parte. Cerrar los ojos, sentir ese olor tan familiar y agradable que desprendía su abuela, sentir su tacto. Eso llenaba su alma de alegría.

Cuando era una niña solía jugar a solas en el patio de su abuela, antes de ser la mayor de sus primos hermanos restantes a los que no veía hacía mucho tiempo. En aquel patio solitario y acogedor, Teo había luchado contra brujas malvadas y dragones imaginarios. En aquel patio ella era la heroína de su historia, acompañada por su amigo imaginario que llevaba por nombre James y un fiel compañero lobo. Había recorrido valles y montañas y se imaginaba a sí misma viviendo en un bosque, con un atuendo de ropas marrones y salvajes. Todas aquellas aventuras se acababan cuando su abuela la llamaba para merendar y, ahora, dieciséis años más tarde, contemplaba aquellos recorridos sentada en la misma terraza donde solía merendar.

CRÓNICAS DE LA MADRE TIERRA I: Los mundos de TeodoraTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang